15.4.07

Micro cuento

Tortura china

Ella le miró con esa mirada. Él tembló.

- Tenemos que hablar, dijo ella.

12.4.07

Viajando hacia el sur

VIAJANDO HACIA EL SUR

Miami. Atardecer con horizonte de palmeras y olas verde-azul. Uno de los rincones del mundo donde el sol se solaza más. Playas, playas, playas... Cambio de diligencia aérea. Una azafata me asegura con sonrisa panorámica y voz dolby que no debo preocuparme de mi equipaje, que todo está listo, todo dispuesto ya... Ante la cara de duda de una colega que la escucha, me digo que Juan Segura nunca perdió sus maletas en Miami, y me precipito al área de entrega. Al cabo de media hora, veo en la cinta sinfín mi valija, con aspecto desamparado. La tomo con palabras de consuelo, echando pericos contra la línea aérea. Rueda feliz a mi lado, mientras busco la puerta de embarque. Un tumulto me guía. El avión de combinación ya partió, dejando un grupo numeroso abajo. Un empleado azorado trata de dar explicaciones. Los gritos de los clientes ganan. Para darle más ritmo al diálogo, acoto tímidamente que las maletas esperan, girando, girando, en la cinta, a disposición de manos atentas y pies ligeros. La estampida se desata, no sin antes reiterar con voz varonil, un tanto chillona en verdad, la opinión sobre la compañía como corporación y persona jurídica y sobre él, simple persona física al empleo de aquella, y sus ascendientes y descendientes directos y colaterales, pobre tipo. El águila del símbolo de la empresa se tapó el pico, avergonzada y un tanto desplumada.

Creadas así las condiciones para un diálogo de caballeros, con voz fraternal y comprensiva, le pregunto si por una de esas casualidades de la vida, nunca se sabe, no es cierto, no podría eventualmente meterme rápidamente en algún avión hacia mi tierra natal que añoro tanto, donde me aguardan ansiosos, angustiados, mi pobre madre y mis hermanos, alguno de los cuales seguramente tiene cáncer. En voz baja me dice que, sorry, pero estoy jodido hasta el día siguiente a la misma hora. Los otros podrán arreglárselas antes, porque hay más combinaciones a sus destinaciones. ¡¿Quién me manda a nacer en Chile, allá en las patas del mundo, ramal de la civilización, joder?! ¿Y qué harán la Rosa, el Alejo, el Enrique, los cabros del bloque que me esperan en Santiago, ah? O me embarca rápido, o las cartas a los diarios, mi abogado, la ONU, los derechos del consumidor y del ciudadano, y por último me ofendo y me choreo, okey?!, la fraternidad y la comprensión evaporadas.

Y él, que cómo se me ocurre, que los imprevistos, el act of God, con gestos elocuentes y voz solícita, y que en una hora más llegará su superior, que se hará un placer en lograrme un asiento en otra línea, no faltaba más, espérelo en la ventanilla 20, mientras que con la mirada susurra da gracias que no se te cayó el avión, y ojalá que se te caiga el próximo que tomís!...

Ejercido mi sagrado derecho a pataleo -¡qué se habrán creído, que uno viene de las chacras, gringos de mierda!- y reparada un tanto mi dignidad herida, pongo mi maleta frente a la ventanilla 20, que nadie tome mi lugar, carajo. El asiento más cercano está a diez metros, me instalo, estiro las piernas, un bostezo para iniciar la espera como corresponde...Los minutos se estiran, los segundos se aferran como garrapatas... El va y viene de la gente me mece, los ruidos me arrullan... Camino unos pasos para despertarme... Predomina el español, y con acento cubano, chico, un tanto estridente, coño, qué va, ¿no me habrán desviado a La Habana?...

Pasa una mulata de miedo, la candela, caderas endiabladas, libres y autónomas, porte altanero, pequeña nariz alta, su minifalda remonta los muslos en cadencia. Sigo sus pasos sin darme cuenta, al ritmo

- ¡qué hiciste, abusadora/ qué hiciste, abusadora/ qué hiciste... ¡hey, mi maleta, cabrón!!! ...

Un negro se aleja con paso elástico llevándosela, son musicales hasta para robar estos híjole, corro tras él, perdiendo compás y mulata

- ¡que es la mía, coño!

- pero si es verdad, chico, cómo me pude equivocar, es igualita a la mía, me vas a creer, tómala antes que te la roben, hay tanto negro ladrón por aquí...

- ¡¿y dónde está la tuya, a ver!?

- pué no la veo, chico, como te digo, con tanto ladrón suelto seguro que me la güeviaron!... y se refugia tras una gran sonrisa, mientras continúa su camino siguiendo a mi mulata, caderas al mismo vaivén, para otras vez será, hijole!!!... Con su aspecto de Teófilo Stevenson, ni modo de buscarle querella...

Pongo el coraje en el puño y el puño estentóreo en el mesón y el representante de la línea -testigo del intercambio con el negrazo- hace correr los dedos en el teclado del teléfono, contactando otras líneas aéreas. Sí, un pasajero con un grave problema, urgencia de llegar a Santiago, alguien enfermo, si pudieras ayudarme a solucionar ésto, claro, por supuesto, gracias... Váyase al hotel, aquí tiene un vale, preséntese al aeropuerto a las 7.00 horas, ahí lo instalaremos en un avión, cruz p'al cielo, perdone los inconvenientes, que duerma bien... Cooooñooo!

Palmeras y oleaje me mecieron esa noche en el hotel. De mañanita, el avión enfiló hacia el sur. ¡Dale, dale, que nada te detenga!

Miami, 1985