28.9.10

Un tal Bernardo Riquelme

Un tal Bernardo Riquelme


En este mes del Bicentenario, partidarios y detractores han hablado de la obra de O’Higgins como militar y como hombre de Estado, y el rol que habría jugado en las muertes de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez.

Por nuestra parte, permítasenos satisfacer una antigua curiosidad por echar una breve mirada a la cronología vital de O’Higgins. Quizás ello dé una pequeña luz sobre el personaje y sobre nuestra “alma nacional”.

Nació en Chillán el 20 de agosto de 1778. Murió en Lima el 24 de octubre de 1842. Buena parte de sus 64 años de vida los vivió en el extranjero.

En 1790, a los 12 años, fue enviado a la capital del Virreinato de Perú a estudiar la secundaria en el Colegio del Príncipe. Luego ingresó al Convictorio de San Carlos. Permaneció en Lima hasta los 17 años.

Se dirigió entonces, según instrucciones de su padre, a Cádiz y de allí a Inglaterra, donde estudió en el colegio de Richmond, donde, además de materias científicas como geografía, botánica o matemáticas, aprendió francés, música, pintura y esgrima. Durante su estancia de tres años en Gran Bretaña vivió una apasionada aventura amorosa, al tiempo que crecía en él el interés por la política. La relación con el prócer venezolano Francisco de Miranda le introdujo en la senda revolucionaria, lo que resultaría en que su padre, ya Virrey del Perú, le retirara su ayuda financiera.

Regresó a la patria en 1802, a los 24 años, luego de 12 años de ausencia. Su padre había muerto el año anterior, dejándolo como heredero. Desde entonces adquiere el apellido O’Higgins. Los años más importantes en la formación de un joven los vivió, pues, en el extranjero, conviviendo con gente de amplia visión; ello explicaría en parte, quizás, sus dificultades con la idiosincrasia chilena.

El 16 de octubre de 1814 atravesó la cordillera rumbo a Mendoza, luego de la derrota de Rancagua. El Ejército Libertador se puso en marcha hacia Chile el 21 de enero de 1817, luego de dos años y tres meses de ausencia. En 1817, a los 39 años de edad, asume como Director Supremo.

Habiendo dimitido, el 19 de julio de 1823 se embarca en Valparaíso rumbo al destierro en Perú. Tenía 45 años de edad. Nunca más pisaría territorio chileno. Vivió en Perú hasta su muerte el 24 de octubre de 1842, tras 19 años de exilio.

En total, pues, vivió en el extranjero 33 años. Vivió en Chile 31 años.

¿Qué queremos decir con los datos anteriores? Recordar quizás dos o tres cosas, que se reducen a una: en Chile sufrió humillaciones, de niño por ser bastardo, o sea, hijo de madre soltera y sin ser reconocido por su padre (y toda la carga de rechazo social entonces imperante), luego por enemistades políticas (aunque también honores que ganó sobre todo en el campo de batalla); el extranjero, sobre todo Perú, le fue más benigno.

A los cuatro años de edad es sacado de la casa de su madre Isabel Riquelme, de ascendencia vasca, por orden de su padre, Ambrosio O’Higgins, irlandés al servicio de la corona española, entonces Gobernador de Chile, y llevado a Talca a casa de un comerciante. Se educa primero en Chillán en el Colegio de Naturales (o de “huachos”, según terminología felizmente ya extinguida no hace mucho), bajo el nombre de Bernardo Riquelme, puesto que no había sido reconocido por su padre.

En 1826, viviendo ya en Perú, acusado de conspiración contra el gobierno chileno, fue borrado del escalafón militar de su país y quedó prácticamente proscrito. Sólo en 1841, un año antes de su muerte, el general Bulnes ordenó que se le restituyeran el rango y los sueldos debidos.

En cambio, en 1823, iniciando su exilio, el Estado peruano lo acoge y le obsequia la Hacienda de Cuiva y la Hacienda Montalván, en la cual reside. Vivió modestamente de la agricultura. En Perú se le reconoce (20 de agosto de 1824) el grado de General en el Ejército de la Gran Colombia, y se le incorpora al Gran Consejo de Generales del Ejército Libertador e interviene en la campaña de Ayacucho, bajo las órdenes de Simón Bolívar. A su muerte, fue sepultado con honores militares debidos a su rango. A las solemnes honras fúnebres asisten el vicepresidente del Consejo de Gobierno y el cuerpo diplomático, cubierto con las banderas de Chile, Perú y Argentina.

Sólo en 1869 -27 años después de su muerte- sus restos fueron repatriados. Sus descendientes aún viven en Perú.

Bernardo debe haber sido un hombre muy melancólico la mayor parte de su vida.

PAM/

Septiembre de 2010



11.9.10

Palomas, halcones, hipocritas

Palomas, halcones, hipócritas
¿Quién tiene la llave de la paz? Aquel que financia la guerra.

Desde el jueves 2 de septiembre, se han reunido en Washington Benjamin Netanyahu (Primer ministro israelí) y Mahmoud Abbas (Presidente palestino) para una más de tantas rondas de negociaciones directas para intentar avanzar en desenredar el tema de la paz, mezcla de virutilla con olla de tallarines. Convocante es Hillary Clinton, Secretaria de Estado, naturalmente bajo la orientación e instrucciones del presidente Barack Obama. Los observadores se declaran relativamente optimistas por la disposición positiva del dirigente israelí, que estaría reflejada en su frase, copiada sin duda del gran filósofo y analista político Perogrullo: “Una verdadera paz, una paz duradera sólo puede ser lograda con concesiones mutuas y dolorosas de las dos partes”.

Muchas reuniones se han sucedido. Por ejemplo, el 26 de marzo de 1979, firma del Tratado de Paz entre Israel y Egipto (Menahem Beguin y Anwar el-Sadat, bajo los auspicios de Jimmy Carter), precedido de los Acuerdos de Paz de Camp David (1978); la Conferencia de la Paz en Madrid (1991); octubre de 1998 (Netanyahu, Arafat, Clinton); tratados de Oslo (septiembre de 1993), por los cuales los palestinos reconocieron el Estado de Israel y los israelíes la Autoridad Nacional Palestina, se preveía un repliegue de Israel y el establecimiento de un Estado Palestino; y un largo etcétera.

Al día de hoy, las principales cuestiones pendientes son la soberanía de la Franja de Gaza y Cisjordania, la eventual formación de un Estado palestino n dichas áreas, el estatus de la parte oriental de Jerusalén, de los Altos del Golán y de las Granjas de Shebaa, el destino de los asentamientos israelíes y de los refugiados palestinos, el reconocimiento de Israel y Palestina y de su derecho a existir y vivir en paz al abrigo de amenazas y actos de fuerza, así como la relación de Israel con Siria y el Líbano. Actualmente Israel tiene tratados de paz vigentes con Egipto y Jordania que garantizan su convivencia pacífica.

¿Por qué el problema que formalmente se inició en 1948 (la historia es bastante más larga) aún no se arregla?

Cuando se trata de problemas intrincados, la experiencia (aquella que consiste en constatar, cuando la paz ya se logró, que la sangre ha sido tanta que ya es inmedible, y con mayor razón los sufrimientos, que los muertos están pasando al olvido porque son una molestia para los negocios, y el balance de los “principios fundamentales” que se defendían deja una desoladora impresión de menor cuantía), muestra que un mapa 1:1500 es mejor que uno a escala 1:1, que un catalejo es mejor que un microscopio. Pero aún hoy, si los doctores en ciencias políticas arrojaran sus múltiples diplomas al tacho de la basura por algunos días y los políticos se olvidaran de elecciones y encuestas por el mismo lapso, descubrirían rápidamente la razón de la sinrazón.

Cada vez que las conversaciones amenazan con llegar a acuerdo, Israel bombardea algún barrio o aldea palestina y algún grupo radical palestino realiza un atentado en alguna sinagoga o mercado público; lo único que cambia es el orden del ataque. Las imágenes en la TV marcan el fin de las negociaciones. Sin embargo, sesenta años han dejado en claro que dichos atentados (sobre todo los palestinos, realizados por grupos ingobernables, que no pueden equipararse a los ataques realizados por fuerzas del Estado de Israel) deberían considerarse un dato de la causa, terrible pero perfectamente predecible. En los hechos, dos pueblos dejan que los ultras decidan que la paz y la convivencia no son posibles. ¿Dónde está el liderazgo en ello? Al ciudadano israelí le han obnubilado el espíritu y se lo han reducido al mero espíritu de supervivencia y su peor pesadilla es verse arrojado al mar, por eso apoya la política de agresión permanente. Entre los palestinos, en sus carpas y su vida de emergencia que ya dura sesenta años, allegados en su propia tierra, predomina la desesperanza y la impotencia y apoyan el “ojo por ojo, diente por diente”, con cierto ropaje religioso.

La realidad simple, pero no simplista, y que nunca será dicha ni menos asumida, es que el único que tiene el poder de obligar a los actores no sólo a sentarse a negociar sino llegar a acuerdo, es Estados Unidos. ¿Por qué? Porque Estados Unidos es el financista principal de la guerra de Israel contra sus vecinos árabes. Bastaría que Estados Unidos dijera a Israel (en secreto, por supuesto, para no herir su orgullo nacional y para no envalentonar a los ultras palestinos): “Ustedes son un país independiente. Hagan la política interna y externa que ustedes decidan. Pero no pueden obligar a los ciudadanos de Estados Unidos a financiarles con sus impuestos sus guerras de agresión. Les aseguraré lo suficiente para su supervivencia y defensa, nada más, a partir de tal año. Ese es el plazo que tienen para firmar acuerdos de fondo”.

¿Por qué esto no será dicho ni asumido? (Aquí deberíamos citar a Canitro, el personaje del Japenning con Ja: “Sé que con esto me echaré mucha gente encima”). Por el lobby judío en Estados Unidos, el único capaz de destrozar gobiernos y carreras políticas por su control directo e indirecto de los medios de comunicación en absolutamente todas sus expresiones y de los mecanismos del poder estatal, con su poder económico, con un espíritu de cuerpo envidiable, con su apoyo irrestricto e incondicional a Israel, etc. Los dirigentes de EE.UU. han dicho muchas veces herejías y barbaridades contra las minorías de su país (pieles rojas, negros, latinos, etc.), pero nunca contra judíos ni Israel (nunca han suscrito las condenas de la ONU contra éste). No tienen espíritu masoquista ni suicida.[1]

En resumen: veo pocas posibilidades de resultados positivos tangibles. Hemos sufrido demasiadas desilusiones, hemos experimentado demasiada ira ante el desprecio por la vida y el ser humano por aquellos lares, al punto que alguna vez hemos repetido la frase de un personaje de la película “Siriana”: “Si el hombre fue hecho a semejanza de Dios, entonces Dios está profundamente perturbado”.

Sin embargo, estamos aún lejos de la tentación de citar a Woody Allen: “Me sentí mucho mejor cuando abandoné la esperanza”.


PAM/
04.09.10


[1] Como lo acaban de comprobar un articulista y un dibujante de La Nación Domingo, también en Chile esta comunidad es muy poderosa: bastó un reclamo para que fueran despedidos y el Presidente del Directorio presentara disculpas más allá del autorespeto.