30.11.08

Semi-serio
Penúltimas disposiciones

Quizás porque el 30 de diciembre próximo me acogeré a retiro voluntario, o porque soy economista e interesado en problemas de gestión, y tengo la tendencia a abordar los problemas, darles un corte y pasar a lo siguiente, sin obsesiones, creo que a estas alturas del recorrido, es sano ejercicio dejar algunas disposiciones que alivien la vida de los herederos en ese momento que dicen crucial, sobre todo porque dichos herederos recibirán problemas que no bienes.

¿Dónde quiero yacer? En la tumba familiar. Por el momento, espera allí sólo mi hermano Alejandro desde 1991.

¿Bajo qué forma? Desde pequeño escuchaba y leía, incluso en los ateos, sobre la esperanza de la perpetuidad y la tendencia a los ceremoniales, del homenaje a los ancestros, de donde viene seguramente la costumbre de los cementerios y las tumbas. Por ello, me he asombrado de la nueva tendencia a hacerse cremar y esparcir las cenizas en los más variados lugares, ninguno donde familiares aburridos pudiesen acudir alguna vez a recordar. He creído comprenderlo ante el recuerdo difuso de un cuento de Edgar Allan Poe Se trata de aquel tipo que, habiendo sufrido ataques de epilepsia que lo dejaban con todas las apariencias de muerto, tiene terror a ser enterrado vivo, y solicita a su mejor amigo que, para evitar un error fatal, en caso de ser enterrado, el ataúd sea depositado muy cerca de la superficie, de manera que si fuera un ataque de epilepsia y despertara, pudiera abrirlo, cavar con sus manos y salir. El amigo así lo hizo, y así ocurrió. El supuesto fallecido despertó en el ataúd, y empezó a empujar cada vez con mayor desesperación; mientras más cavaba y empujaba, más se hundía en la tierra: el amigo había enterrado el cajón al revés!

Por otra parte, se cuenta que en dicha enfermedad estuvo al origen de la costumbre de los velorios: esas horas permiten al supuesto occiso cambiar de opinión y volver a la rutina de los impuestos, salir a comprar el pan para las onces, cuidar a los nietos, problemas de próstata, etc. No soy epiléptico, pero no está demás tomar precauciones, me digo. No quiero despertarme en un cajón.

Hay otro aspecto que no me gusta nada, fuera del hecho de estar muerto: el quedar en la tumba solo, abandonado, mientras los elementos de la reconversión natural, que aplican aquello de que nada se pierde, que todo se transforma, acechan. Está bien eso de permanecer, aunque sea bajo otra forma. Es el proceso el que jode la psiquis.

Así que está decidido. Quiero ser cremado. Y no quiero que mis cenizas anden de viento en viento, de hoja en hoja, fertilizando tomates y papas, sin dejar rastro discernible. Así que mis cenizas serán arrojadas en la tumba familiar, para sentirme acogido, pero también por joder, para que alguna vez mis hijas y nietos me visiten, y no se limiten a mirar el horizonte, lanzar un suspiro y pasen a otra cosa más interesante y actual.

¿Cómo quisiera acoger la muerte? Como en Exergo, ese poema de Nicolás Guillén que leí en los años ’60 en alguna parte y luego busqué por décadas, hasta que lo reencontré hace algunos meses. Ese que dice:

Más ya me veis: espero
mi momento postrero,
curioso, preparado,
pues quizás me sea dado
sentir que llega armada
y, herido por su espada,
gritar: ¡TE VI PRIMERO!

Naturalmente, quiero música en las ceremonias. Medianoche en Moscú. Dos canciones de Mikis Theodorakis, Sto Periyiali to krifo (La ribera oculta) interpretada por María Faranturi, y Zorba. Una de Inti Illimani, Vuelvo. Una de Carlos Gardel, Por una cabeza. El tango Sur (Sur, paredón y después/ Sur, una luz de almacén/ Ya nunca me verás/ como me vieras/ recostado en la vidriera y esperándote...). Para terminar, porque no es un recital, Volver a los 17, para que mi esposa, que es menor en casi una década, recuerde que todo sigue, que es un proceso, y que le quedará aún mucho por ver, oler, escuchar...

1.11.08



La elección del 4 de noviembre en Estados Unidos

Para las elecciones del próximo martes 4 de noviembre, desde el Partido Demócrata se anunciaba la novedad, que se convertirá en hecho histórico si su candidato es elegido como presidente de Estados Unidos: la primera mujer o el primer afroamericano. Su ventaja era y es la novedad (y sus propuestas), y en ambos casos las supuestas debilidades que explotó la derecha eran la falta de experiencia y de liderazgo y las sospechas sobre su patriotismo.

Se asocia a la mujer con una sensibilidad distinta, o más bien más acentuada, más cercana a las necesidades concretas de la sociedad en su conjunto, y de las distintas minorías (en el caso chileno, también más cercana del tema de la equidad, de la igualdad de oportunidades, de la distribución del ingreso. Michelle ha ido en la dirección de convertir aspiraciones en derechos sociales y, por esa vía, convertir políticas sociales impregnadas de asistencialismo en derechos, como lo ilustran tan bien el Auge y el Reforma Previsional, entre otras). Hillary Clinton quedó en proyecto, que quizás se retome en un futuro próximo con ella misma u otra mujer. Desde la lejanía, pareciera que los factores de su derrota estuvieron ligados a la eficacia de los equipos de la campaña interna.

En la recta final ha quedado Barack Obama. Todo aquello que es su fortaleza constituye al mismo tiempo sus flancos que la derecha sin principios podía aprovechar, y que efectivamente utilizó. Ser afroamericano. El ser de una familia atípica, en que existe una conjunción de razas, nacionalidades, países. El ser cosmopolita (como decían los estalinistas) casi se le identifica con ser poco “americano”. El tener la vivencia de diferentes estratos sociales (viene de una familia que de ninguna manera podría ser catalogada de acomodada, participó en las actividades de organizaciones comunitarias, de la iglesia, etc.) lo hace sospechoso de debilidades “liberales”. En fin, por su interés en las grandes cuestiones nacionales e internacionales, sus lecturas, sus estudios, le han acarreado la terrible acusación de ser “intelectual”.

Las encuestas lo favorecen frente al candidato republicano. Pero nada está ganado. Existe una hipocresía casi sociológica entre los encuestados. Ya no son tantos los que directa o abiertamente lo rechazarían por ser negro, tal postura “ya no se lleva”, no es políticamente correcta. Entonces dicen que sí, que votarían por Obama. Pero en el momento de votar podría aflorar el verdadero “yo”, la naturaleza discriminatoria, la desconfianza, que sería superior a la vergüenza o imbecilidad de votar por tercera vez consecutiva por los republicanos.

Pero si, Obama podría ganar. Y entonces surge la pregunta: ¿qué importancia tendría su gobierno para América Latina? La respuesta no es evidente. En palabras y análisis simples, Barack sería más progresista. Esto merece ser relativizado:

Por un lado, se sabe que las palabras con significación política no tienen el mismo sentido en USA.

Por otro, también se sabe que quienes sienten que presentan la imagen de “sospechosos”, de recién convertidos o que experimentan consciente o inconscientemente la necesidad de demostrar su adhesión a los valores “permanentes, inmanentes” de la patria o, en este caso, del “american way of life”, tienden a exagerar las manifestaciones de dicha adhesión. En Chile somos expertos en el tema, con las lecciones que ha dado durante dieciocho años la Concertación, y que han constituido la “originalidad” de nuestra transición.

Finalmente, siempre se ha manifestado sorpresa por el hecho de que Estados Unidos no ha sufrido el choque brutal de culturas que podría haber significado la multitud de naciones que allí conviven. La explicación que se ha dado es el famoso “melting pot”: todo se disuelve en el “modo de ser” americano (y la práctica demuestra, además, que no hay mayor chovinista USA que inmigrante reciente en dicho país). Y la sociedad americana es evidentemente conservadora en lo económico y aún restrictiva en las políticas sociales. Esto se aplica también a los nacidos en el país. El progresismo es “cooptado” o recuperado por el entorno conservador. Hay casos en que los no "recuperados" han sido aniquilados, simplemente.

En conclusión: Obama es una incógnita. Pero el partido republicano es y ha sido amenaza permanente.