20.6.09

Cifras del Registro Civil:
Fuerte aumento registran las inscripciones de chilenos nacidos en el extranjero
Una reforma a la Constitución en el año 2005 permite que estos niños puedan optar a la nacionalidad de sus padres sin haber vivido en el país. Sólo entre ese año y 2006, los inscritos crecieron en casi 30%.

Gabriela Bade M.

"¡Vacaciones!". Eso es Chile para Diego Schneider Vergara. Él tiene 11 años, es el hijo menor de un matrimonio de chilenos que se fue a Canadá hace 21 años, y hasta hace poco sólo tenía documentos de identidad canadienses. Ahora, gracias a un cambio en la Constitución en el año 2005, pudo optar a la nacionalidad de sus padres, sin haber tenido que vivir un año en el país, como antes se exigía. Y, dentro de poco, tendrá pasaporte con huemul y cóndor en la portada.
Él es un chileno nuevo. Y como él, son miles los hijos de chilenos que están haciendo el mismo trámite. En 2006, un año después de la reforma constitucional, según datos del Registro Civil, el número de inscripciones de nacimiento de chilenos en el extranjero aumentó un 29%. En los últimos tres años el número de inscritos suma 69.406. En los 10 años previos el total fue de 77.743.

"Esta reforma les permitió a muchos compatriotas volver a sentirse parte de la familia chilena", explica Anita de Aguirre, directora para las Comunidades Chilenas en el Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores. Claro que ella también se refiere a los que por motivos no deseados tuvieron que renunciar a su nacionalidad y que ahora han podido recuperarla (ver recuadro).
Soñando con la Roja
Con un acento que tiene un poco de francés, de inglés y de español, Diego y sus hermanos Geru (16) y Samuel (15) no saben hoy si algún día vivirán en Chile. Pero sí saben que acá está casi toda su familia, que lo pasan bien con ella cuando vienen de vacaciones con sus padres Juan y Soledad; que las empanadas son ricas, que el clima es agradable y que "las chicas son más lindas".

El único que tiene un plan para Chile es Samuel. Él juega fútbol y lo hace en el equipo de su colegio y en el Club Chomedey de Montreal. "Me gustaría jugar en cualquier parte del mundo. Pero, principalmente, me gustaría jugar por la selección de Chile", cuenta. Y habla en serio. "En alguno de los próximos viajes que haga, me gustaría mostrar lo que hago", agrega.

Para ese próximo viaje, ninguno de estos hermanos volverá a pagar los 132 dólares que debe desembolsar un canadiense cada vez que entra a Chile por concepto de reciprocidad (impuesto que también pagan estadounidenses, mexicanos, australianos y albanos).

Y ése es uno de los pocos beneficios prácticos que podría tener la obtención de la nacionalidad chilena. El otro es quedarse en el país sin límite de tiempo. Para otros beneficios, como pensiones solidarias, por ejemplo, es necesario vivir en Chile al menos 5 años.

Es decir, el factor emocional es la clave tras la mayoría de estas tramitaciones. Sobre todo cuando se trata de chilenos que viven en países desarrollados, como Estados Unidos, Canadá, Australia o los de la Comunidad Europea.

"Por lo general, son hijos de chilenos que vinieron a intentar el sueño americano. Ésas son las personas que acuden. Pero es una colonia bastante heterogénea y no me atrevería a elaborar un perfil único sobre ellos", explica el cónsul de Chile en Washington, Christian Hodges-Nugent.

En el Consulado de Chile en Los Angeles, la situación es parecida. Pero agregan un dato. Como la ley permite que los mayores de edad se inscriban sin necesidad de los padres, "se dan casos de hijos de chilenos que se nacionalizan por su cuenta. Sus padres se quedan en Estados Unidos y ellos vuelven", cuenta el canciller Enzo Trucco.

¿Cómo se hace? El interesado debe llevar un documento que acredite la nacionalidad chilena de su padre o madre. El consulado lo envía a Chile, y tras unos meses, recibe de regreso un número de identidad o RUN.
Nacidos versus inscritos

Muchos de los chilenos nacidos en el extranjero y que están recién inscritos en el Registro Civil no son recién nacidos. Hay personas de 30 y más años que han hecho el trámite. Por eso, el demógrafo del INE, Gustavo Villalón, explica que para establecer la cantidad de nacimientos en el país hay todo un proceso de depuración de los datos. Un comité tripartito entre el INE, Registro Civil y Minsal trabaja durante un año y medio en establecer las cifras reales. Por eso, recién a fines de este año, por ejemplo, se conocerán las estadísticas vitales de 2007. Y, ojo, los chilenos que nacen en el extranjero no entran en la estadística.

Los que recuperan el pasaporte

Según la Dirección para las Comunidades Chilenas en el Exterior, unas 360 mil personas en el mundo podrían obtener y recuperar su nacionalidad chilena. En el primer caso, se refiere a los hijos de chilenos. En el segundo, a aquellos chilenos que salieron al extranjero y que por razones no deseadas debieron renunciar a su nacionalidad de origen para adquirir la del país de residencia para poder trabajar, estudiar o tener beneficios de salud.

Es el caso de Luis Garrido, un periodista chileno que vive en Suecia hace 30 años. Él recuperó su nacionalidad tras hacer una declaración jurada en la que dice que tuvo razones imperativas para renunciar a su nacionalidad. Con esto se elimina una anotación que le impedía renovar su pasaporte.

El Mercurio
20.06.09

15.6.09

La adolescencia como política

La política chilena puede caracterizarse según cuál tipo de ética ha predominado. Los setenta -los de Miguel Enríquez- fueron años de convicciones. Los noventa -los de Aylwin- fueron de responsabilidad. Si Enríquez-Ominami llegara a tener éxito -y a juzgar por su discurso- a estos años habría que denominarlos los años de la adolescencia.
Carlos Peña

Hay dos tipos de políticos.

El primero cultiva la ética de la convicción, el otro la ética de la responsabilidad.Uno de ellos piensa que sólo responde por la pureza de sus ideales, sea cuales fueren sus consecuencias; el otro, en cambio, se siente responsable por las consecuencias y, a la vista de ellas, es capaz de demorar sus ideales.

En Chile ha habido de ambos.

Miguel Enríquez fue de los primeros. Él pensó que la tarea del político era la de mantener viva la llama de la pura convicción, la llama, por ejemplo, de la injusticia del sistema de clases. Él creyó que su tarea consistía, ante todo, en avivar esa llama y se mostró más dispuesto a exhibir la pureza de sus convicciones (incluso al precio de la vida propia y de la ajena) que a hacer lo necesario para realizarlas.

Patricio Aylwin, en cambio, fue de los segundos. Él supo que en la vida democrática los propios ideales -también los tiene firmes- se alcanzan a retazos y que sólo se puede dar un paso cada vez. Él creyó que la política se parecía a horadar lenta y profundamente unas tablas duras (sin nunca ceder a la tentación de romperlas).

La historia política de Chile podría escribirse según cuál tipo de ética ha predominado. Hubo años de la ética de la convicción (es el caso de la izquierda de los setenta). Ha habido años de ética de la responsabilidad (fue la que guió la transición).

Lo que hasta ahora, sin embargo, no se conocía, era una ética que ni tiene convicciones, ni atiende a las consecuencias.

Como quien dice, una ética del vacío.

La inauguró Marco Enríquez-Ominami.

Si atendemos a su discurso (al oírlo uno tiene la impresión de que hace esfuerzos para que la abundancia de palabras oculte la falta de ideas) los conceptos que lo guían son más bien delgados: molestia por el sistema de partidos, una obvia ojeriza hacia la clase política, un porfiado empeño en rencillas personales, una excesiva delectación consigo mismo, algunas cuantas ocurrencias y poco más.

Hay en todo eso algo adolescente. Su adolescencia no deriva de las críticas que formula (algunas de ellas acertadas) sino de la convicción que él (un político profesional, hijo de un político profesional y un heredero de políticos profesionales) no tiene nada que ver con la maldad y la estupidez del sistema que critica.

Es difícil pensar que una figura como esa -huérfana de partidos y embriagada de adolescencia- pueda renovar la política, cambiar el rumbo de la Concertación, sentar las bases de una democracia deliberativa o llevar adelante un proyecto de mejora y reforma del Estado.

Menos si, a contar del viernes, es oficialmente un outsider.

Outsiders ha habido en casi todas las elecciones presidenciales desde 1989. Algunos fueron pintorescos (Francisco Javier Errázuriz), otros dignos (Max-Neef), otros más bien patéticos (Frei Bolívar).

Casi todos -como hoy día Marco Enríquez-Ominami- pensaron que la voluntad individual podía prescindir de los partidos (o inventarlos), que la clase política era torpe y malvada (y ellos en cambio puros y limpios), que el pasado era una obsesión inútil (eran mejores sus sueños), que sus rivales los maldecían y temían (cuando ellos sólo querían competir), que había promesas incumplidas (que ellos por supuesto llevarían a término), que las políticas públicas eran sencillas y fáciles (la derogación de la UF en el caso de Fra Fra, la energía verde en el caso de Max-Neef, las mejoras a la clase media en el caso de Frei Bolívar).Cada uno de ellos se inventó una narrativa (Fra Fra la del esfuerzo personal, Max-Neef la de los mosquitos, Frei Bolívar la de la empatía), y todos, sin excepción, miraron a las cámaras (y se vieron a sí mismos).

Todos ellos fracasaron. Y no quedó nada.

Y es difícil pensar que con Marco Enríquez-Ominami vaya a ocurrir algo distinto.

Sobre todo si no hay en él (políticamente hablando) ningún rastro de Miguel Enríquez ni de Aylwin, por citar los dos paradigmas de la política chilena.

Ni convicciones incombustibles, ni cálculo responsable de consecuencias.

"Es difícil pensar que una figura como esa -huérfana de partidos y embriagada de adolescencia- pueda renovar la política, cambiar el rumbo de la Concertación, sentar las bases de una democracia deliberativa o llevar adelante un proyecto de mejora y reforma del Estado".


El Mercurio, 14 junio 2009.

14.6.09

Futbolerías

En una de esas tardes de fin de semana largas y aburridas (seguramente fue un domingo, después de almuerzo), los dioses del Olimpo empezaron a hablar de fútbol, en presente y en retrospectiva. Y vieron que las cosas estaban mal repartidas y, por lo tanto, monótonas. Para equilibrar las cosas, nombraron entrenador de Brasil a Dunga, que aún no tiene claro que la cosa consiste en meter goles. Luego, designaron en Argentina a Maradona, que tiene la fórmula para transformar en pichangueros a algunos de los mejores jugadores del mundo. Y a Bielsa en Chile.

Desde entonces la cosa está más o menos entretenida.
Renuncia al PS


Esta semana Marco Enríquez-Ominami ha renunciado al Partido Socialista para continuar su proceso de recolección de firmas para postular como candidato independiente a la Presidencia del país.

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Il est parti. Bon debarras!