29.7.07

26.7.07

Fútbol y farándula

La selección chilena sub 20 logró el tercer lugar en el campeonato mundial de fútbol realizado en Canadá. Para los estándares chilenos, en varios sentidos este grupo de adolescentes ha sido gratificante. Por la calidad de su fútbol, evidentemente. Una encuesta realizada en Toronto la puso en primer lugar por lo vistoso y atractivo de su juego para 52% de quienes respondieron; en segundo lugar quedó Argentina con poco más de 20%.

Pero sobre todo sorprendieron por su personalidad y confianza en sus capacidades futbolísticas. Dejaron Chile y llegaron a Canadá proclamando que querían ser campeones del mundo. Actitud que poco tiene que ver con nuestra idiosincracia tradicional –en particular en lo deportivo-, tan llena de diminutivos, de excusas pret-à-porter, tan presta a descubrir complots variados en contra nuestra, tan poco dispuesta a autoimponerse desafíos. Parecían chilenos del siglo 21, como queremos ser, la imagen hacia la cual en varios ámbitos hemos empezado a acercarnos.

Pero aún el más plantado a veces “deja ver las marcas de los correas de las ojotas cuando se saca los zapatos”, al decir de un amigo campestre. Y a la Sub 20 le ocurrió con nuestros vecinos, que en muchos ámbitos han dejado de ser “argentinos” (prepotentes, pasados pa’ la punta, soberbios), pero no en la cancha de fútbol, no señor. Y ante la impotencia de los nuestros, aparecieron a ratos los peloteros de barrio, de aquellos que aplican la divisa “la pelota pasa, pero el jugador no”, los leñeros a la brutanteque, sin sentido de la oportunidad ni malicia. Perdieron en los goles y en las formas. Terminaron con tentativas de agredir al árbitro. A los 15’ se había hecho expulsar Gary Medel, el que más llamaba la atención por su despliegue y la madurez que demostraba. Luego vino el oscuro incidente con la policía de Toronto.

Pero se reivindicaron en el partido que les dio el tercer lugar. Tienen entereza deportiva.

Esperemos que la tendrán también en su vida personal, que sabrán administrar el tiempo que hoy viven y no comprometerán su futuro, que puede ser largo y auspicioso, pero que también podría ser aún más largo porque lleno de mediocridad. Hay tantas mínimas páginas deportivas de aquellos que pudieron ser.

La amenaza de estos días, semanas y algunos meses, es y será la farándula, ese submundo de chillidos, silicona, de insignificancia de lenguaje y de temas. Por lo visto en las últimas horas, quién más propicio a caer en ella pareciera ser Arturo Vidal. Que su partida a Alemania sea su salvación.


21.7.07

Alfredo Bryce

Alfredo Bryce

El escritor peruano Alfredo Bryce Echenique está siendo aplastado por crecientes acusaciones de plagio en sus crónicas. Ya suman 27. Ha tomado notas ajenas escritas en su país de origen y en el país donde tiene vastas amistades y labores, España. De preferencia, a los españoles los copia en Perú, a los peruanos en España. Pero no siempre en ese orden. Barricada tras barricada, ha ido abandonando explicaciones y acudiendo a otras, hasta llegar a la incoherencia. Que fue un error de su secretaria –últimamente ha reconocido que no la tiene-, confusión de archivos, complots político-literarios, etc.

Hace algunos días, ha acudido a disquisiciones filosófico-esotéricas. Así, ha dicho que “… el plagio es el más grande homenaje… Un plagio es un acto de admiración, de cariño” (revista Caretas, Perú).

Todo plagio, amén de las consideraciones éticas, es una estupidez, sobre todo en el caso de alguien que tiene una carrera brillante y un prestigio sólido como novelista. Por ello, siendo Alfredo una persona inteligente, queremos dejar las cosas en su lugar.

Alfredo Bryce no es un plagiario, señores. Es un intelectual pródigo en homenajes, es un admirador, un tipo querendón con sus colegas, y lo manifiesta... crónica tras crónica. Eso.