22.3.08

¿Cambia, todo cambia?


En las reuniones partidarias, gran parte de los socialistas ya no levanta los puños cerrados al viento. ¿Evolución ideológica o transcurso del tiempo? Ya se conocen los estragos que provoca la artritis. O quizás otros símbolos están a la moda.

9.3.08


Zaldívar y la soledad

Carlos Peña

Domingo 09 de Marzo de 2008

Hay gente que se junta entre sí no porque se atraiga, coincida, tenga afinidades en los ratos libres, imagine proyectos en común, se guste o necesite conversar. A veces la gente se junta simplemente porque está sola. El frío de la soledad les hace acercarse.

Eso, que ocurre a veces en la vida, es frecuente en política.

Es cosa de fijarse en Flores, Bianchi, Cantero y Zaldívar. Entre ellos no hay nada, o casi nada. Zaldívar descree del mercado, Flores es un entusiasta de él; Zaldívar cita a Maritain, Flores prefiere a Rorty; uno se obsesiona con las Pymes, el otro con las nuevas tecnologías; uno gusta aparentar severidad, el otro displicencia. Entre Flores y Cantero, salvo cierto parecido en la envergadura si se los mira a lo lejos, tampoco hay nada. De no ser por los avatares de la política, Flores no habría reparado en Cantero. Y entre Bianchi y el resto pudiera haber algo; pero mientras la modestia le impida al senador dar a conocer sus ideas no podremos saberlo.

Así entonces no hay nada entre ellos. Salvo, claro, la soledad.

La versión política de la soledad queda bien reflejada en la máxima: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. O en su equivalente: si no tengo amigos, tengo a los enemigos de mis enemigos.

El resultado de todo eso es lo que se conoce como Comité de Senadores Independientes.

La inmediata consecuencia de ese Comité será la designación de Adolfo Zaldívar como Presidente del Senado por un año con el apoyo de la Alianza. A cambio, ese mismo Comité apoyará a la Alianza para que presida el Senado el año que viene.

Y ese es el problema.

Porque nada justifica que cuatro senadores independientes -los que, salvo Bianchi, son lo que técnicamente se llama tránsfugas- accedan a ese cargo. Es posible entender que sea la Alianza la que presida el Senado. Después de todo es casi el cincuenta por ciento. Lo que es difícil de entender es que un puñado de personas que hicieron abandono de las tiendas a cuyo amparo fueron elegidos -en una palabra, una minoría ínfima- pueda poner a allí uno de los suyos. Y no es cosa de talentos personales -puesto que Zaldívar los tiene- sino de representación que es, como sabemos, uno de los principios básicos del régimen democrático.

El caso no tiene nada que ver con la elección de Gabriel Valdés a inicios de los noventa. Valdés fue elegido con los votos de la UDI no porque Valdés se acercara a ella, sino porque Jaime Guzmán, dando la undécima muestra de cuán fría era su cabeza, entendió que la mayoría tenía derecho a ese cargo.

Ninguna de esas consideraciones ha inspirado a la Alianza para la probable elección de Zaldívar.

Aquí sólo hay una mezcla de soledad y matemática. La soledad la pone Zaldívar. La matemática la Alianza. No es más que eso.

Porque tampoco hay vínculos entre la Alianza y Zaldívar; salvo el encono con la Concertación y los lazos familiares. Pero no hay ideas en común, a menos, claro, que la derecha se hubiera puesto alérgica a eso que su candidato de hoy llama "el modelo".

El asunto, sin embargo, no tendrá grandes repercusiones. La presidencia del Senado es una de esas posiciones que el psicoanálisis (una de las actividades que compite de igual a igual con la política en esto del poder y del conflicto) llamaría "edípicamente significativa". Se trata de esos cargos que la gente se disputa no por el poder real que conceden, sino porque, en su inconsciente, representan al padre. Eso explica que al luchar por ellos la gente se comporte como los niños: se comprometan con intensidad afectiva, hagan declaraciones épicas, imaginen estratagemas, hagan pequeñas trampas y, por un momento, tengan la fantasía de grandes cosas.

Pero no. Sólo es la imaginación. La realidad es más pobre.

La verdad es que el cargo no concede demasiado poder. Y la soledad sigue allí. Y los amigos -Flores, Cantero, Bianchi, la Alianza- no son amigos.

Apenas son los enemigos de los enemigos

8.3.08

FESTIVAL DE VIÑA Y FARANDULITIS


El Festival de la Canción de Viña del Mar es un evento en el cual la competencia musical (géneros internacional y folclórico) es un mero accesorio bastante molesto –y mediocre, en realidad- para los espectadores y televidentes. Del Festival –organizado y difundido por segundo año consecutivo por TVN y Canal 13- se cuelga una infinidad de subproductos emitidos por todos los canales nacionales y medios escritos y muchas radios. Es un ejemplo anual de parasitismo, esa forma particular de simbiosis. Al múltiplo. Casi no hay alternativa medial durante una semana. El elemento fundamental es la farándula y, en segundo lugar, el show internacional compuesto fundamentalmente por has been. Curioso –y preocupante- que el entorno sea más importante que el centro.

César Isella, respetado autor, compositor y cantante argentino, invitado como miembro del jurado folclórico, se declaró confundido: “No sabía que esto era una competencia de culos”. Se olvidó de su complemento: las tetas.

Una cosa buena del festival es que termina luego de una semana. Tiempo suficiente para evidenciar la capacidad de invertir dinero en inepcias por parte de los medios y de las empresas que los auspician y de consumirlas por parte del público. Ocasión para reiterar el argumento falacioso: se difunde lo que el público quiere. La verdad es que la chatarra se prepara rápido, es barata, no exige mayor esfuerzo mental y tiene muchos consumidores. Los contadores de las respectivas empresas están muy contentos.

Además, y contagiándonos del ambiente festivalero, sirvió para corroborar lo dicho por Raquel Argandeña. En efecto, no hace alarde de sus muchas cirugías plásticas: ni se le notan. Tampoco representa los cincuenta años que acaba de celebrar: pareciera tener varios más... y desde hace tiempo. Agreguemos una fuente de frustración para ella: su hija parece destinada a superarla a una edad más temprana y en un registro más amplio.