16.10.10

Prensa: aún hay esperanzas, ciudadanos!

El provocador discurso de Nibaldo Mosciatti al recibir el Premio Embotelladora Andina 2010



El Mostrador - 15 de Octubre de 2010

Con cada palabra que leía Nibaldo Mosciatti, el rostro de la ministra de la Secretaría General de Gobierno, Ena von Baer, se descomponía cada vez más. Lo mismo le pasó a Juan Claro, presidente del directorio de Embotelladora Andina que la acompañaba en la testera, y a los militares, empresarios y autoridades invitados. Era la 31ª versión de una ceremonia formal y protocolar, la entrega del Premio de Periodismo Embotelladora Andina 2010, donde el periodista de Radio Bío Bío era el invitado de honor, el galardonado por su trayectoria. Pero el protocolo se esfumó apenas comenzó su discurso. Desde un comienzo, Mosciatti disparó contra la Universidad Católica, la Iglesia, la dictadura, los militares y los periodistas al servicio de las relaciones públicas y el poder. A éstos últimos los retrató desde “un rincón un poco humillante, como esas casuchas para los perros guardianes, que te guarece de la lluvia pero que incuba pulgas y garrapatas, pero allí nunca falta el tacho con comida”. El calibre de sus palabras provocó que la ministra Von Baer, quien habló a continuación, se saliera de libreto para replicarlo. Lea aquí el discurso completo de Nibaldo Mosciatti.

Discurso de Mosciatti:

Como el orden de los factores SÍ altera el producto, este discurso comienza así: ¡Familia!, Constanza y retoños, amigas y amigos, queridos auditores, añorados lectores, circunstanciales televidentes, jurado del premio, embotelladora del premio (siempre hay que ser bien educado), autoridades varias y vagas; autoridades en la vaguedad. O sea, en la distancia. Amablemente.

Este texto consta de tres partes. A saber: agradecimientos, reflexiones sobre el oficio  y, finalmente, piloto para un espacio de radio de trasnoche. Vamos, pues…

1.- Agradecimientos:

Quiero agradecer a mis maestros. A los que, primero, me enseñaron. Quiero agradecer a mis padres. El rigor de la Loli y la fantasía de Pocho. La perseverancia y pasión de ambos. El aprendizaje de ver pasar el río, de plantar algunos árboles. El vivir la vida sin ambición por el dinero, ni ínfulas sociales.

En este oficio de periodista quisiera haber heredado una pizca del talento, la sensibilidad y la rebeldía de mi padre. Sin esas cualidades, el periodismo se convierte en otra cosa: en una simple reproducción de discursos, en un engranaje más de las máquinas de los poderes y los poderosos, en esa cosa amorfa, triste, gelatinosa, y, a veces, ruin y malvada, que son las relaciones públicas o todo tipo de comunicación que está al servicio de unos pocos en detrimento de la mayoría anónima.

Quiero agradecer, andando ya el camino, a algunos profesores. De mi colegio: Lamiral, Varela, Tolosa, Fierro, Boutigieg, Pilon, Biancard. La añoranza de ese espacio de libertad cuando la libertad escaseaba.

Y de la Universidad… allí, en verdad, gracias a pocos. Es más, si hablo largo terminaría a los garabatos y repudiando a muchos de esa Universidad Católica, la UC de aquella época, puta prístina de la dictadura, con sus sapos, sus silencios cómplices, sus injusticias mofletudamente bendecidas, bendecidas por sus monseñores y sus autoridades venenosas que no se arrugaban en tolerar, avalar y alentar la brutalidad para preservar el orden, que era un orden chiquitito, orden sólo de ellos.

Doble mérito entonces para mis profesores de la Universidad a los que agradezco: Juan Domingo Marinello, Cacho Ortiz, Gustavo Martínez y los Óscares: Saavedra y el RIP González, lo que no es maldad, porque todos nos vamos a morir. Así es que RIP nomás.

Y, en el oficio, más gracias. Gracias a algunos que me apuntalaron, mostrándome matices de dignidad: Salvador Schwartzmann, Jaime Moreno Laval, Mario Gómez López, Gabriela Tesmer.

Los otros, los amigos que me enseñaron y que, por sobre todo, quiero: Andrés Braithwaite, el mejor editor de prensa escrita que haya conocido nunca; Pancho Mouat; los laberintos del pensamiento de Ajens; Pablo Azócar y el filo de su pluma; Rafael Otano y su erudición que te obliga a ubicarte donde siempre debe ubicarse un periodista, que es en la ignorancia; y Patricio Bañados, que me ha mostrado el valor de las convicciones y la decencia que debería imperar en este medio. Pero ustedes lo saben: NO impera.

En cuanto al premio mismo, gracias al premio, que permite esta convocatoria. Así veo a gente que quiero. Premio gracioso y gaseoso. Tan gracioso que creí que era pitanza. Premio de fantasía y bebestible, para mí, que me ufano de haberme criado bebiendo agua de un pozo alimentado por una napa subterránea que desciende al río Bío Bío desde la cordillera de Nahuelbuta. Agua pura.

Gracias, entonces, al jurado que me eligió. Gracias sinceras porque, por lo demás, no he postulado a premio alguno, lo que me indica que mi nombre les salió del corazón. O de la razón, lo que no sé si es mejor o peor, todavía.

Y gracias a la empresa que da el premio. Premiar periodistas es labor samaritana. Mejor que el Hogar de Cristo o la Teletón, en la medida en que no se convoque, paradójicamente, a la prensa.

Sugiero a la embotelladora que también se incluya, en galardones paralelos, a zapateros remendones, desmontadores de neumáticos en vulcanizaciones, panaderos, imprenteros, empastadores de libros, ebanistas y expertos en injertos de árboles frutales, para que se consolide la idea de que lo que se premia es el ejercicio de un oficio, el día a día de las letras, y no la ruma de certificados, con sus timbres y estampillas, ni la galería de cargos, ni, menos todavía, la trenza de contactos, pitutos, militancias, genuflexiones (para no usar imágenes obscenas) favores y deudas. Así debiera ser.

En suma, muchas gracias. Gracias por mí, pero también gracias por La Radio. Este premio es, en gran parte, mayoritaria parte -seamos sinceros-, un premio a Radio Bío Bío. Un premio a un proyecto que nació en 1958, en Lota, con radio El Carbón. Un proyecto que mi padre no sólo ideó, parió, construyó, afianzó y encauzó, sino que es un proyecto que sigue siendo fiel –y esperamos no tropezar nunca en ello– a lo que mi padre quiso. Eso es lo que más se merece un premio: la idea de un medio de comunicación al servicio de la gente, sin cálculos, sin ideas de trampolín para lanzarse a otra piscina. Señoras y señoras, muchas gracias.

2.- Reflexiones sobre el oficio:

Lo primero es que trataré de evitar, probablemente sin éxito, el peligro de todo discurso, que es terminar pontificando. Imagínense: yo de pontífice. Pondría mis condiciones eso sí: fin al celibato y, por supuesto, me negaría a usar esas polleras que usan los pontífices. Báculo sí usaría: más de alguno con que me cruzo merece un garrotazo, y los báculos papales y obispales, a veces pesados con tanto oro, deben ser buenísimos para tal efecto.

Bien, no nos desviemos, aunque el tema provoque curiosidad malsana.

Entonces: evitar pontificar. Porque el periodismo debiera estar lo más lejos posible de los pontífices: los de las religiones, la política, los negocios, la banca, el capital, la revolución, la involución, las dietas, las verdades reveladas, las ideologías, la numerología y tantos etcéteras. O sea, lejos de las certezas. El periodismo sólo se sostiene en su falta de certidumbres, en la duda permanente, en el escepticismo, en la incredulidad.

Vivir poniendo en duda todo puede, es cierto, generar angustia. Pero si no se busca el poder, la certeza mayor que te da el poder y, por consiguiente, la posibilidad del abuso –porque eso es el poder: la posibilidad de abusar–; si no se busca esa certeza, se puede vivir de lo más bien.

¿Cómo vivir en el ejercicio de la duda? Aventuro una respuesta: haciéndolo desde la sensibilidad. Sensibilidad para entender al otro. Hacer el ejercicio de despojarse de lo propio –las ideas, los odios, las fijaciones– para intentar reconocer, conocer, entender lo ajeno.

Hay, al menos, dos periodismos. Voy a dejar fuera a esa manga de serviles que, por opción (libero de culpa a los que no tuvieron alternativa), fueron útiles plumíferos de la dictadura. Siempre he sostenido que en dictadura, hacer periodismo es hacer oposición. Si yo pretendiera hacer periodismo en China, hoy, sería agente opositor (y qué bueno que el Premio Nobel de la Paz se haya otorgado a un disidente chino).

Bueno, dejando de lado esto, repito que hay, al menos, dos periodismos: Uno, el que le habla a la gente, porque piensa en la gente y siente que está al servicio de ella. Otro, el periodismo que le habla a los poderes, porque vive en ese rincón restringido y cálido –pero nunca gratis– que los poderes guardan a ese periodismo. Es un rincón un poco humillante, como esas casuchas para los perros guardianes, que te guarece de la lluvia pero que incuba pulgas y garrapatas, pero allí nunca falta el tacho con comida. Sabe mal, pero alimenta. Y, en general, engorda.

Lo que entiendo por periodismo es lo primero: el periodismo es un ejercicio de antipoder. Repartir, difundir, democratizar la información que, si es tenida en reserva por unos pocos, constituye poder. ¿No les suena acaso la figura de “uso de información privilegiada”?

Mi convicción, entonces: lejos de los poderes, que el poder corrompe. Y a más poder o más dinero, más corrupción.

De lo mucho que le debo a mis lecturas –en rigor no he hecho más que repetir cosas que he considerado inteligentes y por otros dichas–, le debo a Albert Camus la mejor definición de patriotismo. Si la bandada de sujetos vociferantes que se dicen patriotas se aproximara a esa definición, algo de eso que se sueña como humanismo sería factible. Escribió Camus, a propósito de la resistencia francesa a la ocupación nazi:

“Fue asombroso que muchos hombres que entraron en la resistencia no fueran patriotas de profesión. Pero el patriotismo, en primer lugar, no es una profesión. Es una manera de amar a la patria que consiste en no quererla injusta y en decírselo”.

Uno podría cambiar el término patria por humanidad y patriotismo por humanismo. Y uno podría considerar que ese ejercicio de humanismo es el buen periodismo.

Para no subirse por el chorro, una advertencia: muchos periodistas estaban o están convencidos que el periodismo es la palanca o instrumento para generar un cambio social. Nica. O sea, no. Quienes piensan así exhiben, quizás sin darse cuenta, una arrogancia y un mesianismo temible. Allí no hay duda, ni cuestionamiento. Los cambios los hacen los pueblos, no el periodismo. Tratemos –termino igual como empecé–, tratemos de no pontificar.

3.- Piloto para un espacio radial en el trasnoche. ¡Invito a que me acompañe (en saxo) Nano González!

¿Por qué te premian? ¿Porque ya eres suficientemente viejo? ¿Por qué ya lo que dices son puras boludeces y tus dichos perdieron filo, agudeza, desparpajo, y te repites como un viejo gagá que no dice nada nuevo ni nada que escandalice? ¿Por eso te premian, porque la lengua te la comieron los ratones? O, mejor dicho, ¿porque tu lengua se pudrió, de desprendió, añeja, agria, inútil?

Sobrevuelas un pedazo de tierra, hermoso por lo demás (bueno, hermoso en lo que va quedando de hermoso, porque lo otro ya lo arrasaron) y te dicen: mira, esa es tu Patria. ¿Qué es eso? ¿Una Patria, La Patria, tu Patria? ¿Para despedazarla y repartirla? ¿Para prohibirla, censurarla, amordazarla? Será mejor, entonces, no tener Patria, y ahorrarnos uniformes, paradas militares, desfiles, aniversarios, profesionales ociosos de la guerra. No, no, no; mejor así: que los militares sigan siendo ociosos y que no ejerzan su trabajo. Digo: no a la guerra. Y agrego: mar para Bolivia, y con soberanía.

En cada uno de nosotros habita ese lobo que ve a los otros como ovejas, y quiere devorárselas. Pero no nos engañemos, los lobos son los lobos de siempre. Se les reconoce por el hedor que van dejando sus meados. No trates de domesticar al lobo. Sácale lustre, aliméntalo con carne cruda y no lo retengas cuando llegue la hora de las dentelladas. ¿Se acuerdan de ese coro, auténtico, maravilloso, porque ponía en duda el orden que es, como todo orden, en el fondo, una prisión? El coro decía: ¡va a quedar la cagada, va a quedar la cagada, va a quedar la cagada…!

Nosotros, asesinos. Esa cualidad última es la que se promueve. No veas al otro como un socio, olvídate del concepto de prójimo (salvo cuando vayas a ese teatro vacío que se llama iglesia). Gánate un espacio, desplazando a otro. Es una lógica asesina. Bienvenidos al carrusel de los depredadores. Nuestro futuro está escrito: feliz regreso al canibalismo.

¿Dónde están los que no están? Bueno, yo lo sé, porque así lo siento: en ningún lado, por algo no están. Chau, listo, se acabó… Pero están. En nuestros recuerdos, en la memoria. Me gustaría que estuviera aquí Galo Gómez. Galo Gómez hijo. Romántico y pendenciero, pero tan buen tipo que sus peleas eran pura bondad. Galito, ¿te mataste o te mataron? No, parece que fue la borrachera y el exceso de velocidad. Te mataste, entonces. Te echo de menos.

Luciérnagas en la noche. Bajo los boldos, vuelan encantadas las luciérnagas de mi niñez y juventud. No las vi por años, casi décadas, hasta que una noche reaparecieron. Allí, en la orilla del Bío Bío. ¡Luciérnagas en la noche de nuevo! Como un mensaje que dijera: no todo está perdido, no todo es derrumbe. La sobrevivencia de las luciérnagas como metáfora de la supervivencia de lo hermoso, de los sueños, de que sigan existiendo luciérnagas para los futuros niños.

Y sí… Quisiera volver a ser un niño. Vivir, aunque sin saber, que todas las posibilidades del mundo están abiertas y disponibles para mí. Eso es la niñez: la infinitud de rumbos, la ausencia, por el momento, de condicionamientos, directrices, guías. El primer día de colegio es el primer navajazo a esa infinitud. Quisiera volver a ser un niño, antes del colegio. Niño, niño. Puro horizonte, posibilidades infinitas. Quisiera ser niño. ¡Y sin premio!

Muchas gracias.



28.9.10

Un tal Bernardo Riquelme

Un tal Bernardo Riquelme


En este mes del Bicentenario, partidarios y detractores han hablado de la obra de O’Higgins como militar y como hombre de Estado, y el rol que habría jugado en las muertes de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez.

Por nuestra parte, permítasenos satisfacer una antigua curiosidad por echar una breve mirada a la cronología vital de O’Higgins. Quizás ello dé una pequeña luz sobre el personaje y sobre nuestra “alma nacional”.

Nació en Chillán el 20 de agosto de 1778. Murió en Lima el 24 de octubre de 1842. Buena parte de sus 64 años de vida los vivió en el extranjero.

En 1790, a los 12 años, fue enviado a la capital del Virreinato de Perú a estudiar la secundaria en el Colegio del Príncipe. Luego ingresó al Convictorio de San Carlos. Permaneció en Lima hasta los 17 años.

Se dirigió entonces, según instrucciones de su padre, a Cádiz y de allí a Inglaterra, donde estudió en el colegio de Richmond, donde, además de materias científicas como geografía, botánica o matemáticas, aprendió francés, música, pintura y esgrima. Durante su estancia de tres años en Gran Bretaña vivió una apasionada aventura amorosa, al tiempo que crecía en él el interés por la política. La relación con el prócer venezolano Francisco de Miranda le introdujo en la senda revolucionaria, lo que resultaría en que su padre, ya Virrey del Perú, le retirara su ayuda financiera.

Regresó a la patria en 1802, a los 24 años, luego de 12 años de ausencia. Su padre había muerto el año anterior, dejándolo como heredero. Desde entonces adquiere el apellido O’Higgins. Los años más importantes en la formación de un joven los vivió, pues, en el extranjero, conviviendo con gente de amplia visión; ello explicaría en parte, quizás, sus dificultades con la idiosincrasia chilena.

El 16 de octubre de 1814 atravesó la cordillera rumbo a Mendoza, luego de la derrota de Rancagua. El Ejército Libertador se puso en marcha hacia Chile el 21 de enero de 1817, luego de dos años y tres meses de ausencia. En 1817, a los 39 años de edad, asume como Director Supremo.

Habiendo dimitido, el 19 de julio de 1823 se embarca en Valparaíso rumbo al destierro en Perú. Tenía 45 años de edad. Nunca más pisaría territorio chileno. Vivió en Perú hasta su muerte el 24 de octubre de 1842, tras 19 años de exilio.

En total, pues, vivió en el extranjero 33 años. Vivió en Chile 31 años.

¿Qué queremos decir con los datos anteriores? Recordar quizás dos o tres cosas, que se reducen a una: en Chile sufrió humillaciones, de niño por ser bastardo, o sea, hijo de madre soltera y sin ser reconocido por su padre (y toda la carga de rechazo social entonces imperante), luego por enemistades políticas (aunque también honores que ganó sobre todo en el campo de batalla); el extranjero, sobre todo Perú, le fue más benigno.

A los cuatro años de edad es sacado de la casa de su madre Isabel Riquelme, de ascendencia vasca, por orden de su padre, Ambrosio O’Higgins, irlandés al servicio de la corona española, entonces Gobernador de Chile, y llevado a Talca a casa de un comerciante. Se educa primero en Chillán en el Colegio de Naturales (o de “huachos”, según terminología felizmente ya extinguida no hace mucho), bajo el nombre de Bernardo Riquelme, puesto que no había sido reconocido por su padre.

En 1826, viviendo ya en Perú, acusado de conspiración contra el gobierno chileno, fue borrado del escalafón militar de su país y quedó prácticamente proscrito. Sólo en 1841, un año antes de su muerte, el general Bulnes ordenó que se le restituyeran el rango y los sueldos debidos.

En cambio, en 1823, iniciando su exilio, el Estado peruano lo acoge y le obsequia la Hacienda de Cuiva y la Hacienda Montalván, en la cual reside. Vivió modestamente de la agricultura. En Perú se le reconoce (20 de agosto de 1824) el grado de General en el Ejército de la Gran Colombia, y se le incorpora al Gran Consejo de Generales del Ejército Libertador e interviene en la campaña de Ayacucho, bajo las órdenes de Simón Bolívar. A su muerte, fue sepultado con honores militares debidos a su rango. A las solemnes honras fúnebres asisten el vicepresidente del Consejo de Gobierno y el cuerpo diplomático, cubierto con las banderas de Chile, Perú y Argentina.

Sólo en 1869 -27 años después de su muerte- sus restos fueron repatriados. Sus descendientes aún viven en Perú.

Bernardo debe haber sido un hombre muy melancólico la mayor parte de su vida.

PAM/

Septiembre de 2010



11.9.10

Palomas, halcones, hipocritas

Palomas, halcones, hipócritas
¿Quién tiene la llave de la paz? Aquel que financia la guerra.

Desde el jueves 2 de septiembre, se han reunido en Washington Benjamin Netanyahu (Primer ministro israelí) y Mahmoud Abbas (Presidente palestino) para una más de tantas rondas de negociaciones directas para intentar avanzar en desenredar el tema de la paz, mezcla de virutilla con olla de tallarines. Convocante es Hillary Clinton, Secretaria de Estado, naturalmente bajo la orientación e instrucciones del presidente Barack Obama. Los observadores se declaran relativamente optimistas por la disposición positiva del dirigente israelí, que estaría reflejada en su frase, copiada sin duda del gran filósofo y analista político Perogrullo: “Una verdadera paz, una paz duradera sólo puede ser lograda con concesiones mutuas y dolorosas de las dos partes”.

Muchas reuniones se han sucedido. Por ejemplo, el 26 de marzo de 1979, firma del Tratado de Paz entre Israel y Egipto (Menahem Beguin y Anwar el-Sadat, bajo los auspicios de Jimmy Carter), precedido de los Acuerdos de Paz de Camp David (1978); la Conferencia de la Paz en Madrid (1991); octubre de 1998 (Netanyahu, Arafat, Clinton); tratados de Oslo (septiembre de 1993), por los cuales los palestinos reconocieron el Estado de Israel y los israelíes la Autoridad Nacional Palestina, se preveía un repliegue de Israel y el establecimiento de un Estado Palestino; y un largo etcétera.

Al día de hoy, las principales cuestiones pendientes son la soberanía de la Franja de Gaza y Cisjordania, la eventual formación de un Estado palestino n dichas áreas, el estatus de la parte oriental de Jerusalén, de los Altos del Golán y de las Granjas de Shebaa, el destino de los asentamientos israelíes y de los refugiados palestinos, el reconocimiento de Israel y Palestina y de su derecho a existir y vivir en paz al abrigo de amenazas y actos de fuerza, así como la relación de Israel con Siria y el Líbano. Actualmente Israel tiene tratados de paz vigentes con Egipto y Jordania que garantizan su convivencia pacífica.

¿Por qué el problema que formalmente se inició en 1948 (la historia es bastante más larga) aún no se arregla?

Cuando se trata de problemas intrincados, la experiencia (aquella que consiste en constatar, cuando la paz ya se logró, que la sangre ha sido tanta que ya es inmedible, y con mayor razón los sufrimientos, que los muertos están pasando al olvido porque son una molestia para los negocios, y el balance de los “principios fundamentales” que se defendían deja una desoladora impresión de menor cuantía), muestra que un mapa 1:1500 es mejor que uno a escala 1:1, que un catalejo es mejor que un microscopio. Pero aún hoy, si los doctores en ciencias políticas arrojaran sus múltiples diplomas al tacho de la basura por algunos días y los políticos se olvidaran de elecciones y encuestas por el mismo lapso, descubrirían rápidamente la razón de la sinrazón.

Cada vez que las conversaciones amenazan con llegar a acuerdo, Israel bombardea algún barrio o aldea palestina y algún grupo radical palestino realiza un atentado en alguna sinagoga o mercado público; lo único que cambia es el orden del ataque. Las imágenes en la TV marcan el fin de las negociaciones. Sin embargo, sesenta años han dejado en claro que dichos atentados (sobre todo los palestinos, realizados por grupos ingobernables, que no pueden equipararse a los ataques realizados por fuerzas del Estado de Israel) deberían considerarse un dato de la causa, terrible pero perfectamente predecible. En los hechos, dos pueblos dejan que los ultras decidan que la paz y la convivencia no son posibles. ¿Dónde está el liderazgo en ello? Al ciudadano israelí le han obnubilado el espíritu y se lo han reducido al mero espíritu de supervivencia y su peor pesadilla es verse arrojado al mar, por eso apoya la política de agresión permanente. Entre los palestinos, en sus carpas y su vida de emergencia que ya dura sesenta años, allegados en su propia tierra, predomina la desesperanza y la impotencia y apoyan el “ojo por ojo, diente por diente”, con cierto ropaje religioso.

La realidad simple, pero no simplista, y que nunca será dicha ni menos asumida, es que el único que tiene el poder de obligar a los actores no sólo a sentarse a negociar sino llegar a acuerdo, es Estados Unidos. ¿Por qué? Porque Estados Unidos es el financista principal de la guerra de Israel contra sus vecinos árabes. Bastaría que Estados Unidos dijera a Israel (en secreto, por supuesto, para no herir su orgullo nacional y para no envalentonar a los ultras palestinos): “Ustedes son un país independiente. Hagan la política interna y externa que ustedes decidan. Pero no pueden obligar a los ciudadanos de Estados Unidos a financiarles con sus impuestos sus guerras de agresión. Les aseguraré lo suficiente para su supervivencia y defensa, nada más, a partir de tal año. Ese es el plazo que tienen para firmar acuerdos de fondo”.

¿Por qué esto no será dicho ni asumido? (Aquí deberíamos citar a Canitro, el personaje del Japenning con Ja: “Sé que con esto me echaré mucha gente encima”). Por el lobby judío en Estados Unidos, el único capaz de destrozar gobiernos y carreras políticas por su control directo e indirecto de los medios de comunicación en absolutamente todas sus expresiones y de los mecanismos del poder estatal, con su poder económico, con un espíritu de cuerpo envidiable, con su apoyo irrestricto e incondicional a Israel, etc. Los dirigentes de EE.UU. han dicho muchas veces herejías y barbaridades contra las minorías de su país (pieles rojas, negros, latinos, etc.), pero nunca contra judíos ni Israel (nunca han suscrito las condenas de la ONU contra éste). No tienen espíritu masoquista ni suicida.[1]

En resumen: veo pocas posibilidades de resultados positivos tangibles. Hemos sufrido demasiadas desilusiones, hemos experimentado demasiada ira ante el desprecio por la vida y el ser humano por aquellos lares, al punto que alguna vez hemos repetido la frase de un personaje de la película “Siriana”: “Si el hombre fue hecho a semejanza de Dios, entonces Dios está profundamente perturbado”.

Sin embargo, estamos aún lejos de la tentación de citar a Woody Allen: “Me sentí mucho mejor cuando abandoné la esperanza”.


PAM/
04.09.10


[1] Como lo acaban de comprobar un articulista y un dibujante de La Nación Domingo, también en Chile esta comunidad es muy poderosa: bastó un reclamo para que fueran despedidos y el Presidente del Directorio presentara disculpas más allá del autorespeto.

20.6.10

El futuro de la Concertación

Los profanos y los expertos se disputan el futuro de la Concertación

Carlos Peña

¿Qué hay detrás del duelo entre los ex ministros Francisco Vidal y Andrés Velasco?:Lo que subyace en el debate entre Velasco y Vidal -ese diálogo entre la caricatura del experto y la caricatura del político- es nada más y nada menos que el peso que, en el futuro de la Concertación, tendrá la democracia y el sistema de partidos.
El Mercurio – 20 junio 2010

La disputa entre Vidal y Velasco -a pesar de las diferencias, los iguala el indudable amor que cada uno siente por sí mismo- no es lo que aparenta ser. La discusión entre ambos no es acerca de la derrota. Es sobre otra cosa.

A propósito de la derrota, ambos están discutiendo sobre la fuente de legitimidad que se debe exhibir cuando se aspira a conducir el Estado.
Vidal -es verdad que suele tener más palabras que ideas, pero esta vez ambas parecieron coincidir- no pudo explicarse mejor en sus declaraciones a "El Mercurio": "Hay un grupo muy reducido -dijo- con cero vínculo con la base social, política y cultural de la Concertación, pero que logró tener una sobrerrepresentación en los gobiernos. Es un grupo -concluyó- que a través de redes y de contactos consiguió saltarse el proceso de toma de decisiones de la Concertación".

Lo que Vidal afirmó -no vale la pena ocultarlo- es que el ex ministro Velasco pertenece a un grupo que no merecía tener la influencia que tuvo. En la democracia, parece pensar Vidal, cada uno debe tener tanta influencia como cuanta le conceda la gente mediante los mecanismos de representación. En otras palabras, cada uno debiera tener una porción de poder equivalente a aquella que los ciudadanos, mediante los procesos de formación de la voluntad común, decidan concederle. Si no, ¿a título de qué, pregunta Vidal, alguien podría pretender conducir a los demás? Si las ideas que han de inspirar la conducción del Estado -sugiere Vidal- no han sido sometidas al escrutinio de los ciudadanos y de los partidos, ¿por qué entonces un puñado de técnicos podría tener derecho a conducir la vida colectiva?

Si para Vidal hay que distinguir entre quienes gozan de legitimidad democrática y quienes, como los técnicos, carecen de ella, para el ex ministro Velasco la línea divisoria es de otra índole: "La división ficticia entre políticos y tecnócratas -dijo, respondiendo a Vidal en estas mismas páginas- no es más que una argucia de algunos para mantener su monopolio sobre el poder. La verdadera línea divisoria no es ésa, sino que entre personas que actúan con seriedad y responsabilidad y las que no; las que hacen bien la pega y las que la hacen al lote".

El contraste no puede ser mayor.

Lo que Velasco sugiere es que la legitimidad para actuar en política depende de la virtud y del saber. En otras palabras, la legitimidad para conducir los asuntos públicos no proviene de la capacidad representativa del sujeto en cuestión, sino sobre todo de sus cualidades técnicas y, por decirlo así, morales. ¿Por qué habríamos de entregar los asuntos públicos sólo a quienes logran seducir la voluntad de los ciudadanos? ¿Por qué habríamos de dejar al margen a quienes por pudor o modestia prefirieron quemarse los ojos estudiando y prefirieron los libros a los mítines, los certificados a los galvanos, el rigor de las matemáticas al vértigo de la simple locuacidad, las buenas notas a los aplausos, los papers a los panfletos?

Lo que está en medio de esa disputa no es la cuestión -a estas alturas gastada e inútil- de las causas de la derrota electoral. Tampoco si el liberalismo económico, por llamarlo así, que inspiró algunas de las decisiones de Bachelet fue generoso o si fue mezquino. Lo que se discute en cambio de todo eso -y deberá seguirse discutiendo de aquí en adelante- es cuáles son los títulos de legitimidad que poseen esas ideas que hasta ahora, para bien y para mal, lograron hegemonizar a la Concertación.

Hasta ahora la Concertación se dejó dominar por quienes -a pretexto de la gobernabilidad primero y del saber técnico después- moderaron la agenda pública y sujetaron las demandas. Lo que está hoy en disputa es si esa hegemonía se mantendrá luego de la derrota.
Vidal y Velasco -quizá involuntariamente- son, así, como esos deudos que en derredor del finado, y luego de enjugarse las lágrimas, principian a discutir quién tiene mejor título para sucederlo:

"Nosotros somos más" -dice Vidal resoplando.
"Nosotros sabemos más" -contesta Velasco, mientras, sin mirarlo, levanta el mentón.
"¿A quién le han ganado ustedes?" -pregunta Vidal.
"Y ustedes, ¿qué estudiaron y dónde?" -retruca Velasco.

Un viejo tema

El asunto de la influencia al margen de la representación -el logro del poder ahorrándose la rudeza de la vida partidaria y el sudor de los votos- es viejo. La versión más conocida fue el "partido transversal" que administró la transición: un puñado de políticos e intelectuales, con férreos vínculos sociales y afectivos, que impuso la gobernabilidad como el valor supremo de la gestión política de esos años.
El "partido transversal" -o el Mapu Martínez, como lo llamó alguna vez Adolfo Zaldívar- despertó el resentimiento de quienes, de pronto, descubrieron que la vida estaba en otra parte: que los pasillos del poder tenían más influencia que los cargos de representación popular. Mientras los partidos inflamaban el entusiasmo de la gente y ganaban su confianza, el "partido transversal" administraba el Estado.

Algo semejante ocurrió durante la dictadura con los Chicago Boys. Los Chicago Boys -un grupo que se formó leyendo Capitalismo y Libertad de Friedmann- lograron hegemonizar en los años ochenta a la dictadura. Suele olvidarse que los militares, por tradición cultural y origen mesocrático, eran más bien estatistas. Y que de las virtudes del mercado entendían poco y nada. Así y todo, una minoría consistente -la mayor parte de la cual se había ahorrado la tarea de esos años de dar patadas para mantener el poder- logró hegemonizar al Estado, fijar la agenda de la modernización y establecer los objetivos. El hispanismo, el iusnaturalismo medieval, la democracia orgánica y todas esas cosas que inflamaban la imaginación, y el verbo, de los intelectuales de la dictadura desaparecieron cuando ese puñado de técnicos logró hegemonizar el Estado.

Y, para no ir más lejos, es lo que mismo que está ocurriendo hoy con el gobierno de Piñera. ¿Acaso Allamand no dijo que el buen desempeño en el retail y en los supermercados -el indudable mérito que exhiben algunos de los actuales ministros- no basta para conducir el Estado y ser parte del gobierno?

Vidal entonces se queja de lo mismo de lo que se quejaron antes Allamand, Zaldívar y los duros de la dictadura: de un puñado de personas -el partido transversal, los Chicago Boys, los gerentes- que logran hacerse de una posición en el Estado a punta de virtudes que no son específicamente políticas: la habilidad en el management , las redes sociales, el saber técnico.

Esa es la disputa que, soterrada, circula en la Concertación: de ella depende si la agenda futura de la centroizquierda estará sometida a la ascesis de la técnica y al control de los expertos (como ha sido hasta ahora) o si, en cambio, poseerá el entusiasmo de la simple política.

La relación entre política y técnica

Por supuesto ninguno de ellos posee una visión unilateral: ni Vidal aspira a una política sin técnica; ni Velasco al sueño de una técnica sin política. No podrían. Ninguno es tonto. La política sin técnica es pura ingenuidad; la técnica sin política es simple soberbia. La primera cree que basta querer algo para alcanzarlo; la segunda piensa que basta saber algo para que esté al alcance de la mano.

Ni lo uno ni lo otro.

Los clásicos de la política solían distinguir entre el príncipe y el consejero del príncipe. El príncipe dice qué es lo que hay que hacer; el consejero dice cómo hay que hacerlo. El príncipe señala dónde hay que llegar; el consejero sabe qué camino seguir para alcanzarlo.

El problema se produce cuando el consejero, sin más, quiere ser príncipe; cuando, cegado por su saber, se confunde y en vez de limitarse a decir cómo llegar, cree que está autorizado a decir dónde hay que ir.

En la política democrática el príncipe es el pueblo que, organizado en los partidos y a través de los debates y de los procesos de elección popular, decide cuál es la fisonomía que debe tener la vida colectiva: cuánta igualdad, cuánta diferencia, qué riesgo debe soportar cada uno y cuánto riesgo debemos distribuir entre todos. Ninguna de esas preguntas posee una respuesta técnica. Cómo debe ser la vida colectiva no está escrito en el libro del universo que el técnico y el experto presumen ser capaces de leer: el pedagogo no sabe quién debe proveer educación; el economista no sabe cuánta igualdad es razonable; el jurista no tiene idea de qué derechos debemos tener; el ingeniero no sabe cuántos puentes merecen ser construidos; el médico no sabe qué vida merece ser salvada.

A la hora de responder esas preguntas, no hay expertos: todos somos profanos.
La democracia descansa en la convicción de que la respuesta a esas preguntas pertenece al conjunto de los ciudadanos. La democracia equivale, después de todo, a la idea de que ni la historia ni la naturaleza, sino que la voluntad de la gente, tiene la última palabra. Y la virtud del político consiste en la capacidad de interpretar esa voluntad. ¿Y el experto? El técnico ayudará a correr poco a poco el muro donde principia lo posible para que la decisión del pueblo pueda ser realizada. Es verdad que a veces el pueblo quiere cosas insensatas, pero eso no debe conducir a dar la última palabra al técnico o al experto que, a pretexto del saber, también puede acabar tropezando y haciendo tonteras (ya Tales de Mileto se burlaba del sabio que por andar mirando las estrellas cayó a un pozo. Y para no ir tan lejos basta, entre nosotros, recordar la experiencia del Transantiago).

Así, entonces, lo que subyace en este debate entre Velasco y Vidal -este diálogo entre la caricatura del experto y la caricatura del político- es nada más y nada menos cuán en serio nos tomamos la democracia y el sistema de partidos.

Y eso, a fin de cuentas el problema de la legitimidad a la hora de conducir la vida que tenemos en común, es un asunto -no lo sabrá también Allamand- que debiera interesar a todos.

8.5.10

Lucho Barrios


Lágrimas a chaucha

Actuó por primera vez en Chile en Arica, en 1960. Inició sus largas estadías en Chile en 1961, en que recorrió el país y grabó (su colección superaría las mil canciones). Debe haber sido en 1962 cuando lo vi actuar en el Teatro Portales de Quillota, al que un amigo me dejaba entrar gratuitamente. Desde la galería se veían brillar el reloj, los anillos, las colleras, mientras manejaba el micrófono, el requinto lloraba agudo y las grandes guitarras sollozaban gravemente.


Ya era muy conocido en el país, aunque aún no había llegado al grado en que muchos ignorarían que era peruano, no chileno. La joya del Pacífico vendría después. También su actuación en L’Olympia de Paris (noviembre 1988), y los reconocimientos oficiales: premio de la OEA, condecoración del gobierno de Lagos por su contribución al acercamiento entre los pueblos de Chile y Perú (2002), y otros.

Jóvenes de entonces (recuerdo a varios de mis amigos) habrán visto a compañeras de la noche –en aquellos años, me cuentan, visitarlas tenía mucho de actividad social, como la pichanga del domingo y las competencias de rayuela- enjugando una lágrima al escuchar sus versos sufridos y de rima aventurada, diciendo que sus canciones eran la pura verdad, la vida es así, sniff, sniff...

En aquellos ’60, en la rockola o wurlitzer del bar-restaurant en las Cuatro Esquinas, en Limache, puse muchas monedas que me pasaban mis tíos, que tomaban cerveza tras cerveza, viernes o sábados de verano, tras el trabajo y la compra de la mercadería. Tras la segunda caja de cerveza empezaban a emocionarse con aquellos dramas bien guitarreados.

Era la época en que todavía muchos urbanos se avergonzaban de escuchar ese tipo de música cebolla (como también las rancheras y los tangos de los ’50, más cercanos éstos del bolero que de Gardel). El paso del tiempo y, en particular, el exilio en otros idiomas, me acercaron a ellas, y aún sigo en su compañía.

Cuando usted lo escuche, tome la precaución de esconder previamente todo implemento cortante, no sea que se deje llevar por la tentación de suicidarse: Amor de pobre, Amor gitano, Camas separadas, Copa de licor, El día más hermoso, La joya del Pacífico, Marabú, Me engañas mujer, Mi niña bonita, Señor abogado, y un largo etcétera.

El miércoles 5 de mayo de 2010, a las 7:32 horas, murió Lucho Barrios a los 75 años, víctima de una serie de enfermedades. Había nacido en El Callao, Perú, el 22 de abril de 1935. Fue velado en el Museo de la Nación, en Lima. El presidente Alan García entonó una de sus canciones, quizás no con tanta emoción ni desgarro, pero todos le hicieron coro.

PAM/
7 mayo 2010

29.4.10


Piñeradas (2)

¡Excelencia, señores!



  1. Pablo Coloma, Director Ejecutivo del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, Fosis, fue nombrado en dicho cargo en 2007 por el gobierno de Bachelet a través de un concurso de Alta Dirección Pública. Por este hecho y por la buena evaluación de su gestión, Felipe Kast, ministro de Mideplan de Piñera, le solicitó que continuara en su puesto. El viernes 23 de abril, Coloma comunica que Kast le ha pedido la renuncia porque se negó a despedir a todos los directores regionales del Fosis (nombrados bajo el gobierno de Bachelet bajo el mismo sistema de concursos) y llamar a nuevo concurso, porque quiere gente “de la coalición gobernante” ¿Dónde queda el gobierno de unidad nacional, la intención de trabajar con los mejores?, se pregunta Coloma. Pequeño dato: Coloma no es militante, pero es hermano del senador y presidente de la UDI Juan Antonio Coloma, quién hasta el momento ha hecho mutis por el foro.
  2. El jueves 22 de abril en la mañana, el gobierno comunica que por acuerdo unánime del directorio del diario (visado por Piñera y la vocera del gobierno Ena von Baer), se ha nombrado al nuevo director de La Nación, el ex periodista de este diario y actual director del diario electrónico El Mostrador, Mirko Macari. Agradable sorpresa por el curriculum del designado. Sorpresa de corta duración, reemplazada por otra: el viernes 23, antes de 24 horas, se anuncia que el gobierno ha revocado el nombramiento. ¿Qué ha ocurrido? Boletas por cobrar, señores: la UDI se ha tirado con todo contra el periodista porque el desaparecido diario Plan B habría sugerido que el honorable senador UDI Jovino Novoa habría estado implicado en el caso Spiniak de abusos y prostitución de niños (años después, Novoa fue absuelto por tribunales). Macari afirma que estaba en el directorio de Plan B pero que nunca ejerció labores periodísticas allí. Otra boleta: Macari escribió el artículo en El Mostrador que reveló la incompatibilidad entre el cargo de gobernador de Bio Bio y el de vicepresidente de la augusta Sociedad Nacional de Agricultura, SNA, de José Miguel Steigmeir. A propósito: el directorio de La Nación ha guardado heroico y estoico silencio. ¿Será lo que llaman firmeza de conceptos y convicciones?

    Ante los numerosos despidos de profesionales que no tienen puestos de confianza política y han sido seleccionados mediante concurso público, algún mala leche preguntará: ¿dónde queda el “gobierno suprapartidario” de que tanto habló Piñera? Frente a los desaguisados en los nombramientos, con numerosos conflictos de interés (hasta un integrante de DICOM fue nombrado gobernador por algunas horas), otros mala leche preguntarán: “¿y el gobierno de excelencia, Excelencia?”.

    Medalla de oro para los asesores de Piñera en los nombramientos, por su ojo de águila para detectar eventuales problemas (hay muchas otras medallas al respecto, como veremos en otra nota).

    PAM/ 24.04.10

24.4.10

Piñeradas (1)


El gobierno de Piñera está empeñado en hacer aprobar el proyecto de ley sobre donaciones. Esto permitirá a las empresas cargar como costos (o sea, deducirlas de sus ganancias y por lo tanto descontarlas de los impuestos a pagar) las donaciones que hagan a diferentes organizaciones y obras.

Es un tema que deja perplejo. El Estado permitirá así que las empresas se hagan las generosas con dinero que normalmente deberían pagarle en impuestos, aumentando los recursos fiscales para los programas sociales (harto necesarios en un país que aún tiene poco más de 13% de pobreza, con una distribución del ingreso indignante y, por lo tanto, con un promedio de ingresos bastante enclenque). Así se fortalecerá la imagen de que las empresas son generosas y el Estado no cumple su rol de responsable del Bien Común.

Un amigo mal pensado piensa que Sebastián está tan interesado en esta ley porque tiene la esperanza que así podrá cargar como donación la mensualidad que pasa a su hermano Miguel. El Negro últimamente alega que su hermano debería aplicarle a él las políticas sociales y agregarle a la mensualidad los bonos que paga a los jubilados y otros: el de marzo, el de invierno, de Fiestas Patrias, Navidad y Año Nuevo, y cualquier otro que su buen corazón le dicte. Después de todo, su esposa Belén Hidalgo tiene gustos bastante caros. Y a la familia hay que cuidarla... sobre todo con ese cuero que tiene.


Mr Duck/ 24.04.10.

31.3.10

Problemas ópticos

Desde el 11 de marzo pasado, la derecha debe realizar un ejercicio que no ha hecho a lo menos desde hace 46 años, cuando en 1964 terminó el gobierno de Jorge Alessandri. Desde entonces, ha mirado sólo el vaso medio vacío, o derechamente vacío, ha tenido un espectro cromático elemental (blanco o negro). Durante la dictadura, estuvo esencialmente ciega y sorda, así que no tuvo estos problemas.

Hoy, como gobierno, deberá cambiar el ángulo de la mirada y observar la parte inferior del vaso, y tendrá que enriquecer su espectro cromático, descubriendo la infinita variedad de grises. Previamente, por supuesto, descubrirá nociones antes desconocidas: contexto, priorización, programación, recursos v/s necesidades, etc. Empezará a reclamar de los adversarios aquello de lo que careció ella misma durante tanto tiempo: buen criterio, buena fe, sentido común, comprensión ante las dificultades al analizar la situación actual y el camino a recorrer. Sabrá, entonces, que la administración del país, como la vida, no es así no más...

Es de esperar que la Concertación conserve toda la riqueza cromática y la capacidad de cambiar los ángulos de enfoque visual. De lo contrario, se transformará en una oposición tan intrascendente, miope, mediocre, como lo fue la derecha.

Algunos dirán que, después de todo, pese a sus limitaciones, la derecha ganó las últimas elecciones. Pero podríamos responder que sí, que ganó... pero tuvo que esperar veinte años.


PAM/ 31.03.2020

10.3.10

Seguridades al Presidente electo

Mala manera de prepararse a asumir la presidencia del país con un terremoto de 8,8 grados y dos minutos y medio de duración. Ante tanto desastre natural y pasiones primitivas desatadas con asaltos a supermercados y otros, queremos darle una buena noticia al Presidente electo, asumido que será dentro de pocas horas.

He aquí. Sebastián, cuando mañana llegues al Palacio de La Moneda, lo encontrarás completamente equipado, plenamente operativo. Computadores, faxes, teléfonos, escritorios, sistemas de sonido, cámaras de TV, grabadoras, etc., etc., todo estará allí. Ningún temporal, tormenta, huracán, tsunami, habrá pasado por allí en los últimos días, ni en sentido literal ni figurado, barriendo con todo.

No como ocurrió el 11 de marzo de 1990, en que los nuevos ocupantes tuvieron que traerse teléfonos y PC de su casa para empezar a trabajar, mientras el Presidente Aylwin, al mirar las oficinas vacías, se golpeaba el pecho y exclamaba ¡Señor, dame tu fortaleza!


Mr Duck

10.03.10

22.2.10

Funcionarios ante el cambio

A pocos días de la asunción del nuevo gobierno, y ante declaraciones un tanto amenazantes de Piñera y algunos colaboradores, funcionarios se declaran totalmente tranquilos... ¿O la procesión irá por dentro? Vaya uno a saber. Pero hay imágenes recurrentes en sus sueños... Les recomendamos escuchar la canción de Celia Cruz La vida es un carnaval, aquella que dice que las penas se van cantando. Es muy reconfortante.








PAM/ 22.02.10

10.2.10

La carreta, los bueyes, los militantes

Ganó Piñera. No fue una sorpresa: sólo sueños no cumplidos, “mandas” no satisfechas.

Dos actividades fundamentales convocan hoy a los militantes de la Concertación. Primero, el inicio de la reflexión sobre las causas de la derrota; unos buscan literatura inspiradora (desempolvar libros de sociología, ciencia política, sicología social, siquiatría, estadísticas, demografía); otros, simplemente buscan papel y lápiz; otros cierran los ojos y dedican algunos minutos a la reflexión. Todo ello a breve plazo dará como resultado un maremoto de documentos y argumentos. Segundo, la convocatoria a elecciones internas (PS y DC lo harán en abril), que ocupará a los militantes, y ya se sabe que el “hacer” cosas tiene un gran poder sanador. En resumen, se enfrenta la crisis acudiendo a las grandes ideas (los nuevos desafíos) y cambiando a los dirigentes (recambio generacional).

Está bien redefinir los objetivos, los rumbos, los conductores. O sea, saber adonde ir y con quién.

Sin embargo, antes de emprender el camino, la sabiduría popular aconsejaría hacerse una pregunta: ¿y con qué ropa? O mejor dicho, ¿con qué caballo, mula, carreta, cacharro, tomaremos rumbo hacia el futuro? Si es el mismo vehículo, con su actual nivel de funcionamiento, como que no llegaremos, o llegaremos pocos y muy tarde. Así lo indica el resultado de la presidencial. Recordemos que los ciudadanos(as) -incluidos muchos ex militantes- no están ni ahí con los partidos políticos. Muchos están enojados, otros más les son indiferentes, otros tantos ni saben que existen, pero sí conocen o han oído hablar de manifestaciones de malas prácticas.

Los partidos hoy no dan ni el ancho ni el alto. Han perdido contacto con la sociedad y, peor aún, con sus militantes. Los partidos son hoy cúpulas, cabezas sin cuerpo y, muy a menudo, sin cerebro ni corazón. Son calculadoras expertas en juegos de guerra del poder. Si esto no cambia, ¿para qué quieren renovar mensajes, si pocos les escuchan ni los escucharán?

¿Un inicio de solución? Fácil, muchachos. Respeten, apliquen, implementen, den vida a los acuerdos de sus congresos referentes a la estructura y el funcionamiento interno y a los contactos con la sociedad, y respeten sus Estatutos. Ilustremos con el caso del Partido Socialista (pero mismo se aplica a todos).

1. Desde los años ’90 sus congresos constatan la desmovilización de la gente, por una parte porque el gran objetivo de reconquistar la democracia se había logrado, pero también porque hubo una política consciente de la Concertación de que así fuese: la gente “seria”, los dirigentes, debían tener ampliar libertad para negociar con la dictadura y entre sí; se prefirió el consenso cupular al consenso social (muchachos, ya no los necesitamos en la calle desfilando, regresen a su casa a mirar la TV!). ¿Cómo se logró?: rápido cierre de las Casas de la Concertación luego de 1989; fuga de cerebros desde las organizaciones sociales (recuperación de los líderes por los partidos y el aparato del Estado); término de las actividades de capacitación a las organizaciones; cese del apoyo internacional a los ONG; las comisiones sindicales, de masas, campesinas, perdieron importancia; etc. Fue una verdadera desmovilización programada. El PS ha perdido gravitación política y electoral, o mejor dicho, ha mantenido su gravitación histórica, alrededor de 10-11%. Su peso político ha sido mayor gracias a su participación en el gobierno. Pero ya no lo estará...

2. Su padrón es hoy mucho más débil: tiene muchos “miembros” pero pocos “militantes”, en términos de conocimiento de su historia, sus objetivos, sus logros, su compromiso. Las campañas no las realizan hoy “militantes puros y sinceros”, sino gente a sueldo, en buena parte. Convertirse en miembro del PS es hoy un trámite administrativo (la membresía aumenta durante los procesos electorales internos). Los núcleos –instancia real de participación de los militantes- existen aún en los Estatutos, pero no en la realidad. Por lo tanto, no hay discusión interna, vías de información a viva voz, no hay participación real, no hay formación de opinión desde la base: todo viene desde arriba. No hay capacitación (un derecho y una obligación, según los Estatutos). Sólo hay asambleas (convocadas por el respectivo parlamentario, en muchas ocasiones). A mayor número de participantes, menor riqueza del intercambio, es bien sabido (sabiamente – y bajo pretexto de democracia- los conductores de estas reuniones dejan que se conviertan en encuentro de francotiradores: todos disparan a todos sobre temas diversos, sin pertinencia ni importancia). Quienes realmente dirigen el Partido son las fracciones (eso de corrientes de opinión es un eufemismo).

¿Quehacer inmediato? Fácil de decir, complicado de hacer, sobre todo si la base no toma la iniciativa desde las comunas: aplicar Estatutos y resoluciones de los congresos. Veamos:

* Crear núcleos en todas la comunas (por lugar de residencia o trabajo, según los intereses de sus miembros)
* Dar capacitación a todos los militantes y simpatizantes
* Aplicar nuevamente los procedimientos para llegar a militante, fase última del proceso
* Tomar medidas para disminuir (y terminar en un futuro lo más próximo posible) le influencia de las fracciones
* Implementar la limitación del número de reelecciones de los dirigentes a todo nivel
*Aumentar las incompatibilidades, para evitar que las mismas personas integren simultáneamente diversos niveles de dirección
* Buscar la incorporación de líderes sociales y jóvenes, lo que requiere que, previamente, se subsanen las deficiencias anotadas: deben llegar a una organización que los prepare a ser líderes del cambio, y no a transmitir las taras de la política actual

* ir hacia la sociedad, compenetrarse en ella; ya no basta con convocar
* Buscar las coordinaciones en la sociedad para lograr que se edite un diario de alta calidad, independiente y lo más objetivo posible. Su inexistencia es una prueba suficiente de la ineficiencia y ceguera de la Concertación.

Sabiamente, mi abuelita decía: niño, arregla la carreta antes de ir al mercado.

Si no lo hacemos, por largo tiempo no podremos implementar políticas de crecimiento, desarrollo y progreso social, pero tendremos una vida entretenida de opositores. Dicen que ello conserva la salud y la juventud. ¿Será el equivalente al viagra en política?

PAM/
10.02.10

1.2.10

El Cambio


Miguel "Negro" Piñera está preocupado. Su hermano, presidente electo, ha declarado que bajo su gobierno "todos tendrán que trabajar".

El Negro está barajando varias alternativas. Exiliarse. Conseguirse una licencia médica de larga duración (unos cuatro añitos). Hacer trabajar a un doble. Visitar a Santa Teresita de Los Andes, para que su madre haga un llamado a Sebastián y le recuerde su promesa de cuidar de su retoño. Hacer trabajar a su esposa. Hacer compras intensivas de Loto y Kino. Si nada resulta, y como "peor es mascar lauchas", se resignará y se buscará una peguita con algún amigo de su hermano que sea reposada, no traumática, sin horario fijo, generosas vacaciones y bien pagada.

En esta vida hay que hacer sacrificios, joder!

Mr Duck

01.02.10

18.1.10

El fin del ayuno

Carlos Peña

Opinión Emol - Lunes 18 de Enero de 2010

Es la primera vez -desde que existe la democracia de masas en Chile, cien años o poco menos- que la derecha logra la adhesión de la mayoría.

No es poco.

Durante casi todo el siglo XX la derecha fue minoría. Y si descontamos el tiempo que ofició a la sombra de la dictadura, siempre estuvo más preocupada de moderar las transformaciones sociales que de orientarlas. La medida de su éxito fue siempre la contención del cambio social y nunca su empuje. Es cosa de mirar la política de alianzas que mantuvo hasta la caída de la democracia. Lo suyo fue siempre un conservantismo -en el peor sentido de esa palabra- más o menos pragmático.

En la amplia curva de tiempo que va desde 1925 a 1973 -cuando el sistema político se estiró hasta romperse-, la derecha nunca fue una fuerza modernizadora.

¿Hay motivos para pensar que todo eso puede ahora ser distinto y que el cambio no fue un simple flatus vocis, una de esas cosas que se dicen para halagar los oídos de la audiencia?

Hay dos razones que, por desgracia, impiden responder afirmativamente esa pregunta.
La más obvia es que queda poco espacio para el cambio.

La modernización de Chile ya se encuentra definida en lo fundamental -se trata de una modernización capitalista sin ambages-, y salvo que la derecha deje de ser la derecha y Piñera deje de ser Piñera, eso no cambiará un ápice. Podrá haber mejoras en las políticas públicas, mayor eficiencia por aquí y por allá, mejor management , más entusiasmo.

Pero cambio de veras no va a haber. Y es que espacio no hay.

Y donde el espacio sobra -en materia de libertades y de autonomía personal- la derecha no tiene un proyecto uniforme.

Y es que en la élite de la derecha -la democracia, dijo Schumpeter, consiste en que el pueblo decide cada cierto tiempo qué élite lo gobierna-coexisten dos grupos de distinta fisonomía.

De una parte, se encuentran, por decirlo así, quienes se erizan con la distribución de la píldora, crujen con el Museo de la Memoria y se incomodan con la sola mención de las uniones gay, y de otra parte, quienes piensan que la ampliación del consumo debe ir acompañada de la ampliación de la libertad.
Unos son conservadores, otros son más o menos liberales. Una cosa es el diputado Kast, otra cosa Hinzpeter. Ambos tienen intereses comunes -por eso son de derecha-, pero poseen opiniones muy distintas a la hora de definir los márgenes de la autonomía personal.

Y salvo que Piñera gobierne en las nubes -es decir, aplique al gobierno del Estado el pragmatismo de los negocios, capaz de contratar con Dios y con el Diablo sin siquiera arrugarse-, no es fácil liderar un cambio de ninguna índole sin resolver esa tensión fundamental.

Así que por ese lado tampoco habrá cambio.

En otras palabras, acabó el ayuno; pero es difícil que el estilo histórico de la derecha -esa resignación casi digestiva frente a la realidad que siempre la caracterizó- cambie.

12.1.10

A las puertas del horno

A seis días de la segunda vuelta presidencial, no aparecen factores decisivos que den optimismo a las filas de la Concertación en grado suficiente para retomar la tranquilidad. Quizás es mejor así. El triunfalismo es esta situación sería poco menos que ridículo.

Gente que votó por MEO, Arrate, nulo o blanco, dice que votará ahora por Piñera o, más exactamente, contra Frei. Es un voto castigo. Las razones son variadas, ninguna de fondo. Que Frei es rico y tiene su riqueza oculta, que su origen está en los tiempos de la dictadura. Que toda su familia está en puestos públicos, y por ahí circula un listado en tal sentido, asociando a ello corrupción y robos, sin siquiera intento de probar las acusaciones. Que en su primer gobierno privatizó el agua, etc. Además, está la tendencia a mirar el vaso medio vacío y no el vaso medio: al analizar el estado del país se mira la fotografía actual con las carencias de un país en vías de desarrollo, y no la película dinámica que muestra los avances indesmentibles y notables desde 1990 y el impulso hacia el futuro que nos convertirá en país desarrollado en diez-quince años gracias a dichos logros.

La mirada en perspectiva, el enfoque histórico, dejaría claro que la derecha debe ser castigada por sus politicas públicas durante los años de la dictadura, por su política de despojo del Estado, por convertir la educación, la salud, la mano de obra, en simples productos ofrecidos en el mercado. Adicionalmente, en el caso de Piñera, por su utilización mañosa de las leyes del mercado (caso Banco de Talca, Chispas, LAN, etc.).

Si ganara Piñera, sería el triunfo de la política de despojo de la opinión pública de su capacidad de mirada crítica, integral, de distinguir el bosque entre los árboles. Ese despojo se lleva a cabo día a día, a través de la farandulización de los medios de difusión en manos de la derecha, de la campaña de odiosidad hacia todo lo que sea progresista, de convencer que el nuestro es un país corrupto (a pesar que todos los indicadores internacionales demuestran lo contrario). El triunfo de la reducción de la opinión pública a su mínimo común, del empobrecimiento de nuestra cultura nacional.

Sería, por cierto, castigo a lo peor de la Concertación: su acostumbramiento al poder y sus subproductos casi inevitables: la proliferación de los operadores políticos, el control de los partidos por los grupos de poder y la pérdida casi total de la democracia interna y la eliminación de las nuevas generaciones que no se someten a ellos; la mano blanda con los corruptos; los partidos que ya no vehiculan utopías de grandes trasformaciones sociales, que ya no son grandes alamedas sino la vía corta hacia prebendas inmediatas.

Lástima que el peso de estas debilidades está ocultando cada vez más el hecho innegable que la Concertación es la coalición política más exitosa en la historia de nuestro país.

Lástima que los beneficiarios de los éxitos económicos y sociales de la Concertación parecieran dispuestos a votar contra la continuación de dichas políticas públicas.


PAM/
11.01.10

6.1.10

Sobre obviedades


¿Por qué se vota por uno u otro candidato, en particular en esta segunda vuelta presidencial? Es preocupante para la calidad de la democracia en general, que en tantos la decisión no esté basada en la información pertinente y significativa ni en su evaluación, ni en los contextos. Y esto ocurre en todos los niveles socio-culturales.

¿Por qué votar por Piñera? Entre sus partidarios y algunos indecisos, las respuestas se repiten: porque debe existir recambio; porque Piñera ha demostrado inteligencia en sus negocios; porque ha creado empleos; porque tiene buenas ideas; porque Frei es fome.

Esta realidad obliga a filosofar sobre lo obvio, y la Concertación no lo ha hecho en su política comunicacional. Si lo hubiese hecho, habría respondido que:

1. La esencia de la democracia es que los ciudadanos tengan el derecho a elegir a sus representantes y sus gobernantes. Esto está garantizado en muchas leyes, en particular en el artículo 5º de la Constitución. Sin embargo, ninguna estructura ni normativa puede garantizar a nadie que será elegido; para ello requiere obtenir las mayorías electorales necesarias. La alternativa es un golpe de Estado. Así, las quejas de la derecha no se dirijen en realidad a la Concertación, sino a los ciudadanos, y no tiene ninguna otra significación, salvo el del lloriqueo.

2. Sobre las cualidades de Piñera, hay que ser claros: no es un empresario que haya creado riqueza material ni empleos. Es un habilidoso especulador en la Bolsa. Toda su actividad se ha referido a la compra y venta de acciones (siguiendo, según él mismo ha dicho, los “consejos” de un programa computacional ad hoc). No ha creado ningún puesto de trabajo. La capacidad de ganar plata para sí no es sinónimo de saber administrar el presupuesto nacional ni crear las políticas para crear las condiciones del crecimiento económico y social, para que haya más riqueza y sea mejor distribuida. Los grandes empresarios tienen una gran tendencia y habilidad a multiplicar y concentrar la riqueza propia, despreciando muchas veces las reglas de la transparencia y la competencia.

3. Históricamente, mucho se ha discutido sobre el rol de las personalidades. Resumiendo, puede afirmarse que todo depende del tipo de personalidad y las circunstancias. En tiempos de modesta administración de las cosas, con la revolución fuera del horizonte, se puede afirmar más precisamente que el rol de las personalidades es aún más relativo. Entre Piñera y Frei, el tema no es quién es más joven, rico, simpático, ni quién ha estado más tiempo esperando que “le toque” ser Presidente. Las candidaturas deben valorizarse por sus programas; por las coaliciones y partidos que las sustentan; por los equipos técnicos que las acompañan y, fundamentalmente, por su comportamiento histórico.

4. La derecha reclama su derecho a gobernar, que el sistema institucional les ha ofrecido en cada elección, pero la ciudadanía ha dicho “no”. Dicen que “basta ya de Concertación, que la gente ya no quiere más de lo mismo”. Interesante expresión esta de “más de lo mismo”. Todos los indicadores económicos y sociales –nacionales y extranjeros- nos dicen que los logros desde 1990 tienen un alcance histórido. Internet pone estos datos al alcance de quién quiera examinarlos. A los sectores más modestos les basta mirar los cambios ocurridos en su entorno y en el seno de sus hogares y en las perspectivas (un solo dato: siete de cada diez estudiantes universitarios son la primera generación de sus familias a acceder a ese nivel). ¿Bajo un gobierno de la derecha continuarán aplicándose los énfasis en la protección social de los gobiernos de la Concertación y, en particular, de la Presidenta Bachelet? Para responder, basta recordar el gobierno Pinochet de 17 años (obviando el tema derechos humanos: muchas veces hemos dicho que en el golpe militar, las violaciones a los derechos humanos fueron el medio; el objetivo fueron el Plan laboral, la privatización de las empresas públicas a precio de huevo, la reconstitución de los monopolios, la concentración de la propiedad, etc..) y cómo ha votado la derecha desde 1990 en cuanto a libertades, democracia, distribución del ingreso nacional, etc. Además, dicen “no más de lo mismo” y acto seguido Piñera afirma que continuará con las políticas de Bachelet.

5. Hay quienes han dicho que derecha y Concertación son lo mismo. A dichos comentaristas se les puede sugerir que los telescopios sirven en astronomía, no en análisis político. Aquí se requiere el microscopio, mirar la realidad concreta de cerca, olvidando esquemas. Alguno recordará lo que decía un viejo analista y actor político: “la teoría es gris, la vida es siempre verde”.

6. Para terminar, una ilustración sobre la liviandad de enfoques en ciertos sectores. Para apoyar a Frei en esta segunda vuelta, los partidarios de Arrate y MEO han pedido modificaciones y/o incorporación de elementos esenciales al programa de gobierno (nueva constitución, renacionalización del cobre, perfeccionar la negocialción laboral, estudio del sistema de tributación, etc.). Por otra parte, ayer se supo que el analista político Patricio Navia (decano de la Universidad Diego Portales, profesor en una universidad de EE.UU, ex partidario de Enriquez-Ominami), dió su apoyo a Piñera, luego que éste satisfizo (“no te preocupes”, le respondió el candidato) sus “profundas exigencias”: el descarte de pinochetistas en puestos clave en un eventual gobierno, asegurar la diversidad en el gabinete y zanjar su conflicto de interés entre política y negocios. Nada, absolutamente nada, sobre programa de gobierno, políticas sociales, etc. Profundo el decano, politicólogo y analista...

Que la Concertación (cada uno de sus partidos, cada uno de sus dirigentes y militantes) debe renovarse en sus estructuras, convocatoria, programas, desafíos, prácticas políticas, que duda cabe. Pero no podemos infligir a Chile un gobierno de derecha mientras se cumple esa tarea, que deberá iniciarse desde el 17 de enero.

PAM/
06.01.10

3.1.10

Entre lo sublime y lo ridículo

Carlos Peña
Emol - Domingo 03 de Enero de 2010

Pudo ser sublime.

Si la noche del 13 de diciembre —la de la primera vuelta— los partidos hubieran declarado su voluntad de cambio y, luego de oírlos, Frei, sirviéndose de esa leve épica que tiene la derrota, hubiera elaborado una narrativa a la altura de las expectativas de la gente, las cosas habrían sido distintas.

Los malos resultados se habrían encarado con racionalidad y ascetismo emocional. En una palabra, con dignidad.

Pero resultó ridículo.

¿De qué otra manera se podría calificar la renuncia de Gómez y de Auth encaminada a obtener el apoyo de Enríquez-Ominami? Hasta ahora se conocían muchas formas de hacer política. Violentas, pícaras, frívolas, brillantes, toscas. Lo que nunca se había visto era a dirigentes políticos dedicados a satisfacer el goce narcisista de un ex candidato.

Porque eso es lo que ocurrió con esas renuncias.

No fue un esfuerzo por poner al día la narrativa o la oferta electoral. Tampoco fue un intento por atraer a ese siete u ocho por ciento que definirá la elección. Menos la tentativa de construir un nuevo bloque político. Nada de eso. Fue simplemente un acto destinado a cumplir una de las condiciones planteadas por Enríquez-Ominami.

No puede haber un malentendido peor: confundir las demandas del electorado con las condiciones impuestas por Enríquez-Ominami.

Condiciones destinadas, dicho sea de paso, a no satisfacerse nunca. Y es que el diputado disfruta, no hay duda, el pequeño infierno de estos días ¿Sabe con qué atormenta el diablo a las almas en el infierno? Las hace esperar.

Y es comprensible.

Enríquez-Ominami y el senador Ominami tienen más sentimientos heridos que ideas por realizar; más cuentas emocionales que proyectos políticos; más cohesión familiar que coherencia; más confusión verbal que una lista de objetivos; más fantasías de redención y de venganza que ganas de hacer acuerdos políticos de largo plazo. ¿Qué podría llevar a pensar que después de hacer ascos a la Concertación —no hay peor astilla que la del mismo palo— iban ahora a hacer esfuerzos por que ganara la próxima elección? Quien piense que los Ominami cruzan los dedos para que la derecha no gane, olvidan cuántos deseos inconscientes oculta a veces la rivalidad política. Esos ingenuos deberían releer a Freud: que el rival pierda casi siempre es un consuelo para quien fue derrotado.

Por eso en vez de dedicarse a convencer a los Ominami, la Concertación debe esmerarse en interpelar a la ciudadanía y, en especial, a ese siete u ocho por ciento moderno, optimista y liberal que decidirá la próxima elección.

Y en eso podría tener ventajas comparativas.

Desde luego, la Concertación conecta mejor en los temas llamados valóricos con ese electorado. Mientras un sector de la derecha todavía se eriza con las técnicas de reproducción asistida, la píldora y las parejas gay, la Concertación se muestra dispuesta a ampliar esos espacios de autonomía personal.

Y si de renovar estilos y dirigentes se trata, la Concertación tampoco está en una desventaja neta: al menos empata con la Alianza. Basta pensar que el principal partido que apoya a Piñera —la UDI— se forjó, aunque no le guste que se lo recuerden, al amparo de la dictadura y de la épica de Chacarillas. Cuando Piñera se toma las fotos —y aunque es probable que de aquí en adelante se esmere en ocultarlo— no puede evitar que asomen tras sus hombros esos viejos perfiles del pasado.

Así entonces, en vez de seguir ocupada de cumplir condiciones imposibles —y arriesgar la estructura de los partidos para curar heridas que más que políticas son narcisistas—, la Concertación debería concentrarse en ese siete u ocho por ciento moderno y liberal que, no hay duda, mira con igual escepticismo a los dirigentes de este lado y del otro.

Si hace eso, lo sublime no estará para nada asegurado. Pero al menos el ridículo habrá quedado lejos.