3.5.08

Cronistas y crónicas

He estado en la onda de leer cronistas por estas semanas y meses. He leído, por ejemplo, "Animales Literarios Chilenos", una de tantas recopilaciones de Enrique Lafourcade, con inevitables temas recurrentes, repeticiones, ausencias como castigos, egoísmos evidentes, pero que, sin embargo, entretiene.

También "El whisky de los poetas", de Jorge Edwards, un poco más denso, muy variado en su temática, con obsesiones varias, con capacidad de ver el mundo girando a su alrededor sin marearse, mirándolo con lupa cuando necesita dar efecto multiplicador y deformante a incidentes menores para obtener algún tema trascendental que le asegure ediciones y traducciones varias, como lo ilustra tan bien su "Persona non grata", que leí hace ya mucho en Montréal con irritación creciente por su ombliguismo. En su empeño editorial contó con la preciosa ayuda de la Junta Militar, que lo prohibió, a pesar de que Jorge alimentaba generosamente todos los estereotipos que “fundamentaban” la represión aquellos primeros años de la dictadura (fue publicado en francés en 1976). Según Jorge, todas las FARC, los Círculos de Defensa de la Revolución, los aparatos de inteligencia cubanos, lo habían colocado en lista negra por haber sostenido conversaciones con el escritor disidente Heberto Padilla y otros, a consecuencia de lo cual el gobierno cubano lo habría declarado persona no grata y solicitado al gobierno de Allende el reemplazo de este molesto funcionario de la embajada. Su destinación allí había durado algunos meses, lo que habría bastado, según Edwards, para casi desestabilizar a la revolución cubana.

Leí con mortal aburrimiento y bostezos surtidos "Memorias poco diplomáticas, algo de aquí, mucho de allá", del diplomático Oscar Pinochet de la Barra, que me interesó exclusivamente por su destinación a la Unión Soviética, que recorrió ampliamente, y por ser especialista de la Antártica. No son memorias ni crónicas, no tienen mucho ni de aquí ni de allá. Su pluma no es prolija ni entretenida. Seguramente fue mejor diplomático.

Me prometo releer "Días y noches de amor y de guerra" y también "Contraseña", ambos de Eduardo Galeano, el de la prosa que se desliza sin estridencias pero llevando poderosos sedimento bajo su elegancia sencilla.

En el diario La Nación Domingo, bajo la rúbrica “Ojo de loca no se equivoca”, leo las crónicas de Pedro Lemebel, de quién además leí la recopilación "Loco afán, crónicas de sidario", y leeré algún día su novela “Tengo miedo torero”, sobre los amores de una pareja homosexual, uno de los cuales es miembro del FPMR (¿agregará algo a lo dicho en la novela y película "El beso de la mujer araña", que trata el mismo tema, ubicado en Brasil?). En los años ’80, formó “Las yeguas del Apocalipsis”, dos artistas que escandalizaban a la buena sociedad con sus performances. En La Tercera leo a Jaime Baily, escritor peruano y animador de TV en Lima y en Miami, en que narra en detalle penas, suspiros, anhelos, goces de su relación con un efebo argentino. De vez en cuando intercala datos sobre sus vacaciones con sus dos hijas.

- Son buenos, digo a un amigo sobre estos dos últimos.
- Sí, responde, no son malos. Pero, ¿por qué meten tanto mariconeo en sus escritos?...

No logro discernir en la interrogante de este amigo si se trata de discrepancia literaria o más bien expresa temor al autoanálisis.

31.03.08