El Mostrador - 15 de Octubre de 2010
16.10.10
Prensa: aún hay esperanzas, ciudadanos!
El Mostrador - 15 de Octubre de 2010
28.9.10
Un tal Bernardo Riquelme
11.9.10
Palomas, halcones, hipocritas
PAM/
04.09.10
[1] Como lo acaban de comprobar un articulista y un dibujante de La Nación Domingo, también en Chile esta comunidad es muy poderosa: bastó un reclamo para que fueran despedidos y el Presidente del Directorio presentara disculpas más allá del autorespeto.
20.6.10
El futuro de la Concertación
Carlos Peña
¿Qué hay detrás del duelo entre los ex ministros Francisco Vidal y Andrés Velasco?:Lo que subyace en el debate entre Velasco y Vidal -ese diálogo entre la caricatura del experto y la caricatura del político- es nada más y nada menos que el peso que, en el futuro de la Concertación, tendrá la democracia y el sistema de partidos.
El Mercurio – 20 junio 2010
La disputa entre Vidal y Velasco -a pesar de las diferencias, los iguala el indudable amor que cada uno siente por sí mismo- no es lo que aparenta ser. La discusión entre ambos no es acerca de la derrota. Es sobre otra cosa.
A propósito de la derrota, ambos están discutiendo sobre la fuente de legitimidad que se debe exhibir cuando se aspira a conducir el Estado.
Lo que Vidal afirmó -no vale la pena ocultarlo- es que el ex ministro Velasco pertenece a un grupo que no merecía tener la influencia que tuvo. En la democracia, parece pensar Vidal, cada uno debe tener tanta influencia como cuanta le conceda la gente mediante los mecanismos de representación. En otras palabras, cada uno debiera tener una porción de poder equivalente a aquella que los ciudadanos, mediante los procesos de formación de la voluntad común, decidan concederle. Si no, ¿a título de qué, pregunta Vidal, alguien podría pretender conducir a los demás? Si las ideas que han de inspirar la conducción del Estado -sugiere Vidal- no han sido sometidas al escrutinio de los ciudadanos y de los partidos, ¿por qué entonces un puñado de técnicos podría tener derecho a conducir la vida colectiva?
Si para Vidal hay que distinguir entre quienes gozan de legitimidad democrática y quienes, como los técnicos, carecen de ella, para el ex ministro Velasco la línea divisoria es de otra índole: "La división ficticia entre políticos y tecnócratas -dijo, respondiendo a Vidal en estas mismas páginas- no es más que una argucia de algunos para mantener su monopolio sobre el poder. La verdadera línea divisoria no es ésa, sino que entre personas que actúan con seriedad y responsabilidad y las que no; las que hacen bien la pega y las que la hacen al lote".
El contraste no puede ser mayor.
Lo que Velasco sugiere es que la legitimidad para actuar en política depende de la virtud y del saber. En otras palabras, la legitimidad para conducir los asuntos públicos no proviene de la capacidad representativa del sujeto en cuestión, sino sobre todo de sus cualidades técnicas y, por decirlo así, morales. ¿Por qué habríamos de entregar los asuntos públicos sólo a quienes logran seducir la voluntad de los ciudadanos? ¿Por qué habríamos de dejar al margen a quienes por pudor o modestia prefirieron quemarse los ojos estudiando y prefirieron los libros a los mítines, los certificados a los galvanos, el rigor de las matemáticas al vértigo de la simple locuacidad, las buenas notas a los aplausos, los papers a los panfletos?
Lo que está en medio de esa disputa no es la cuestión -a estas alturas gastada e inútil- de las causas de la derrota electoral. Tampoco si el liberalismo económico, por llamarlo así, que inspiró algunas de las decisiones de Bachelet fue generoso o si fue mezquino. Lo que se discute en cambio de todo eso -y deberá seguirse discutiendo de aquí en adelante- es cuáles son los títulos de legitimidad que poseen esas ideas que hasta ahora, para bien y para mal, lograron hegemonizar a la Concertación.
Hasta ahora la Concertación se dejó dominar por quienes -a pretexto de la gobernabilidad primero y del saber técnico después- moderaron la agenda pública y sujetaron las demandas. Lo que está hoy en disputa es si esa hegemonía se mantendrá luego de la derrota.
"Nosotros somos más" -dice Vidal resoplando.
"Nosotros sabemos más" -contesta Velasco, mientras, sin mirarlo, levanta el mentón.
"¿A quién le han ganado ustedes?" -pregunta Vidal.
"Y ustedes, ¿qué estudiaron y dónde?" -retruca Velasco.
Un viejo tema
El asunto de la influencia al margen de la representación -el logro del poder ahorrándose la rudeza de la vida partidaria y el sudor de los votos- es viejo. La versión más conocida fue el "partido transversal" que administró la transición: un puñado de políticos e intelectuales, con férreos vínculos sociales y afectivos, que impuso la gobernabilidad como el valor supremo de la gestión política de esos años.
Algo semejante ocurrió durante la dictadura con los Chicago Boys. Los Chicago Boys -un grupo que se formó leyendo Capitalismo y Libertad de Friedmann- lograron hegemonizar en los años ochenta a la dictadura. Suele olvidarse que los militares, por tradición cultural y origen mesocrático, eran más bien estatistas. Y que de las virtudes del mercado entendían poco y nada. Así y todo, una minoría consistente -la mayor parte de la cual se había ahorrado la tarea de esos años de dar patadas para mantener el poder- logró hegemonizar al Estado, fijar la agenda de la modernización y establecer los objetivos. El hispanismo, el iusnaturalismo medieval, la democracia orgánica y todas esas cosas que inflamaban la imaginación, y el verbo, de los intelectuales de la dictadura desaparecieron cuando ese puñado de técnicos logró hegemonizar el Estado.
Y, para no ir más lejos, es lo que mismo que está ocurriendo hoy con el gobierno de Piñera. ¿Acaso Allamand no dijo que el buen desempeño en el retail y en los supermercados -el indudable mérito que exhiben algunos de los actuales ministros- no basta para conducir el Estado y ser parte del gobierno?
Vidal entonces se queja de lo mismo de lo que se quejaron antes Allamand, Zaldívar y los duros de la dictadura: de un puñado de personas -el partido transversal, los Chicago Boys, los gerentes- que logran hacerse de una posición en el Estado a punta de virtudes que no son específicamente políticas: la habilidad en el management , las redes sociales, el saber técnico.
Esa es la disputa que, soterrada, circula en la Concertación: de ella depende si la agenda futura de la centroizquierda estará sometida a la ascesis de la técnica y al control de los expertos (como ha sido hasta ahora) o si, en cambio, poseerá el entusiasmo de la simple política.
La relación entre política y técnica
Por supuesto ninguno de ellos posee una visión unilateral: ni Vidal aspira a una política sin técnica; ni Velasco al sueño de una técnica sin política. No podrían. Ninguno es tonto. La política sin técnica es pura ingenuidad; la técnica sin política es simple soberbia. La primera cree que basta querer algo para alcanzarlo; la segunda piensa que basta saber algo para que esté al alcance de la mano.
Ni lo uno ni lo otro.
Los clásicos de la política solían distinguir entre el príncipe y el consejero del príncipe. El príncipe dice qué es lo que hay que hacer; el consejero dice cómo hay que hacerlo. El príncipe señala dónde hay que llegar; el consejero sabe qué camino seguir para alcanzarlo.
El problema se produce cuando el consejero, sin más, quiere ser príncipe; cuando, cegado por su saber, se confunde y en vez de limitarse a decir cómo llegar, cree que está autorizado a decir dónde hay que ir.
En la política democrática el príncipe es el pueblo que, organizado en los partidos y a través de los debates y de los procesos de elección popular, decide cuál es la fisonomía que debe tener la vida colectiva: cuánta igualdad, cuánta diferencia, qué riesgo debe soportar cada uno y cuánto riesgo debemos distribuir entre todos. Ninguna de esas preguntas posee una respuesta técnica. Cómo debe ser la vida colectiva no está escrito en el libro del universo que el técnico y el experto presumen ser capaces de leer: el pedagogo no sabe quién debe proveer educación; el economista no sabe cuánta igualdad es razonable; el jurista no tiene idea de qué derechos debemos tener; el ingeniero no sabe cuántos puentes merecen ser construidos; el médico no sabe qué vida merece ser salvada.
A la hora de responder esas preguntas, no hay expertos: todos somos profanos.
Así, entonces, lo que subyace en este debate entre Velasco y Vidal -este diálogo entre la caricatura del experto y la caricatura del político- es nada más y nada menos cuán en serio nos tomamos la democracia y el sistema de partidos.
Y eso, a fin de cuentas el problema de la legitimidad a la hora de conducir la vida que tenemos en común, es un asunto -no lo sabrá también Allamand- que debiera interesar a todos.
8.5.10
Lucho Barrios
Actuó por primera vez en Chile en Arica, en 1960. Inició sus largas estadías en Chile en 1961, en que recorrió el país y grabó (su colección superaría las mil canciones). Debe haber sido en 1962 cuando lo vi actuar en el Teatro Portales de Quillota, al que un amigo me dejaba entrar gratuitamente. Desde la galería se veían brillar el reloj, los anillos, las colleras, mientras manejaba el micrófono, el requinto lloraba agudo y las grandes guitarras sollozaban gravemente.
Ya era muy conocido en el país, aunque aún no había llegado al grado en que muchos ignorarían que era peruano, no chileno. La joya del Pacífico vendría después. También su actuación en L’Olympia de Paris (noviembre 1988), y los reconocimientos oficiales: premio de la OEA, condecoración del gobierno de Lagos por su contribución al acercamiento entre los pueblos de Chile y Perú (2002), y otros.
Jóvenes de entonces (recuerdo a varios de mis amigos) habrán visto a compañeras de la noche –en aquellos años, me cuentan, visitarlas tenía mucho de actividad social, como la pichanga del domingo y las competencias de rayuela- enjugando una lágrima al escuchar sus versos sufridos y de rima aventurada, diciendo que sus canciones eran la pura verdad, la vida es así, sniff, sniff...
En aquellos ’60, en la rockola o wurlitzer del bar-restaurant en las Cuatro Esquinas, en Limache, puse muchas monedas que me pasaban mis tíos, que tomaban cerveza tras cerveza, viernes o sábados de verano, tras el trabajo y la compra de la mercadería. Tras la segunda caja de cerveza empezaban a emocionarse con aquellos dramas bien guitarreados.
Era la época en que todavía muchos urbanos se avergonzaban de escuchar ese tipo de música cebolla (como también las rancheras y los tangos de los ’50, más cercanos éstos del bolero que de Gardel). El paso del tiempo y, en particular, el exilio en otros idiomas, me acercaron a ellas, y aún sigo en su compañía.
Cuando usted lo escuche, tome la precaución de esconder previamente todo implemento cortante, no sea que se deje llevar por la tentación de suicidarse: Amor de pobre, Amor gitano, Camas separadas, Copa de licor, El día más hermoso, La joya del Pacífico, Marabú, Me engañas mujer, Mi niña bonita, Señor abogado, y un largo etcétera.
El miércoles 5 de mayo de 2010, a las 7:32 horas, murió Lucho Barrios a los 75 años, víctima de una serie de enfermedades. Había nacido en El Callao, Perú, el 22 de abril de 1935. Fue velado en el Museo de la Nación, en Lima. El presidente Alan García entonó una de sus canciones, quizás no con tanta emoción ni desgarro, pero todos le hicieron coro.
PAM/
7 mayo 2010
29.4.10
Piñeradas (2)
¡Excelencia, señores!
- Pablo Coloma, Director Ejecutivo del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, Fosis, fue nombrado en dicho cargo en 2007 por el gobierno de Bachelet a través de un concurso de Alta Dirección Pública. Por este hecho y por la buena evaluación de su gestión, Felipe Kast, ministro de Mideplan de Piñera, le solicitó que continuara en su puesto. El viernes 23 de abril, Coloma comunica que Kast le ha pedido la renuncia porque se negó a despedir a todos los directores regionales del Fosis (nombrados bajo el gobierno de Bachelet bajo el mismo sistema de concursos) y llamar a nuevo concurso, porque quiere gente “de la coalición gobernante” ¿Dónde queda el gobierno de unidad nacional, la intención de trabajar con los mejores?, se pregunta Coloma. Pequeño dato: Coloma no es militante, pero es hermano del senador y presidente de la UDI Juan Antonio Coloma, quién hasta el momento ha hecho mutis por el foro.
- El jueves 22 de abril en la mañana, el gobierno comunica que por acuerdo unánime del directorio del diario (visado por Piñera y la vocera del gobierno Ena von Baer), se ha nombrado al nuevo director de La Nación, el ex periodista de este diario y actual director del diario electrónico El Mostrador, Mirko Macari. Agradable sorpresa por el curriculum del designado. Sorpresa de corta duración, reemplazada por otra: el viernes 23, antes de 24 horas, se anuncia que el gobierno ha revocado el nombramiento. ¿Qué ha ocurrido? Boletas por cobrar, señores: la UDI se ha tirado con todo contra el periodista porque el desaparecido diario Plan B habría sugerido que el honorable senador UDI Jovino Novoa habría estado implicado en el caso Spiniak de abusos y prostitución de niños (años después, Novoa fue absuelto por tribunales). Macari afirma que estaba en el directorio de Plan B pero que nunca ejerció labores periodísticas allí. Otra boleta: Macari escribió el artículo en El Mostrador que reveló la incompatibilidad entre el cargo de gobernador de Bio Bio y el de vicepresidente de la augusta Sociedad Nacional de Agricultura, SNA, de José Miguel Steigmeir. A propósito: el directorio de La Nación ha guardado heroico y estoico silencio. ¿Será lo que llaman firmeza de conceptos y convicciones?
Ante los numerosos despidos de profesionales que no tienen puestos de confianza política y han sido seleccionados mediante concurso público, algún mala leche preguntará: ¿dónde queda el “gobierno suprapartidario” de que tanto habló Piñera? Frente a los desaguisados en los nombramientos, con numerosos conflictos de interés (hasta un integrante de DICOM fue nombrado gobernador por algunas horas), otros mala leche preguntarán: “¿y el gobierno de excelencia, Excelencia?”.
Medalla de oro para los asesores de Piñera en los nombramientos, por su ojo de águila para detectar eventuales problemas (hay muchas otras medallas al respecto, como veremos en otra nota).
PAM/ 24.04.10
24.4.10
El gobierno de Piñera está empeñado en hacer aprobar el proyecto de ley sobre donaciones. Esto permitirá a las empresas cargar como costos (o sea, deducirlas de sus ganancias y por lo tanto descontarlas de los impuestos a pagar) las donaciones que hagan a diferentes organizaciones y obras.
Es un tema que deja perplejo. El Estado permitirá así que las empresas se hagan las generosas con dinero que normalmente deberían pagarle en impuestos, aumentando los recursos fiscales para los programas sociales (harto necesarios en un país que aún tiene poco más de 13% de pobreza, con una distribución del ingreso indignante y, por lo tanto, con un promedio de ingresos bastante enclenque). Así se fortalecerá la imagen de que las empresas son generosas y el Estado no cumple su rol de responsable del Bien Común.
Un amigo mal pensado piensa que Sebastián está tan interesado en esta ley porque tiene la esperanza que así podrá cargar como donación la mensualidad que pasa a su hermano Miguel. El Negro últimamente alega que su hermano debería aplicarle a él las políticas sociales y agregarle a la mensualidad los bonos que paga a los jubilados y otros: el de marzo, el de invierno, de Fiestas Patrias, Navidad y Año Nuevo, y cualquier otro que su buen corazón le dicte. Después de todo, su esposa Belén Hidalgo tiene gustos bastante caros. Y a la familia hay que cuidarla... sobre todo con ese cuero que tiene.
31.3.10
Desde el 11 de marzo pasado, la derecha debe realizar un ejercicio que no ha hecho a lo menos desde hace 46 años, cuando en 1964 terminó el gobierno de Jorge Alessandri. Desde entonces, ha mirado sólo el vaso medio vacío, o derechamente vacío, ha tenido un espectro cromático elemental (blanco o negro). Durante la dictadura, estuvo esencialmente ciega y sorda, así que no tuvo estos problemas.
Hoy, como gobierno, deberá cambiar el ángulo de la mirada y observar la parte inferior del vaso, y tendrá que enriquecer su espectro cromático, descubriendo la infinita variedad de grises. Previamente, por supuesto, descubrirá nociones antes desconocidas: contexto, priorización, programación, recursos v/s necesidades, etc. Empezará a reclamar de los adversarios aquello de lo que careció ella misma durante tanto tiempo: buen criterio, buena fe, sentido común, comprensión ante las dificultades al analizar la situación actual y el camino a recorrer. Sabrá, entonces, que la administración del país, como la vida, no es así no más...
Es de esperar que la Concertación conserve toda la riqueza cromática y la capacidad de cambiar los ángulos de enfoque visual. De lo contrario, se transformará en una oposición tan intrascendente, miope, mediocre, como lo fue la derecha.
Algunos dirán que, después de todo, pese a sus limitaciones, la derecha ganó las últimas elecciones. Pero podríamos responder que sí, que ganó... pero tuvo que esperar veinte años.
PAM/ 31.03.2020
10.3.10
Mala manera de prepararse a asumir la presidencia del país con un terremoto de 8,8 grados y dos minutos y medio de duración. Ante tanto desastre natural y pasiones primitivas desatadas con asaltos a supermercados y otros, queremos darle una buena noticia al Presidente electo, asumido que será dentro de pocas horas.
He aquí. Sebastián, cuando mañana llegues al Palacio de La Moneda, lo encontrarás completamente equipado, plenamente operativo. Computadores, faxes, teléfonos, escritorios, sistemas de sonido, cámaras de TV, grabadoras, etc., etc., todo estará allí. Ningún temporal, tormenta, huracán, tsunami, habrá pasado por allí en los últimos días, ni en sentido literal ni figurado, barriendo con todo.
No como ocurrió el 11 de marzo de 1990, en que los nuevos ocupantes tuvieron que traerse teléfonos y PC de su casa para empezar a trabajar, mientras el Presidente Aylwin, al mirar las oficinas vacías, se golpeaba el pecho y exclamaba ¡Señor, dame tu fortaleza!
Mr Duck
10.03.10
22.2.10
10.2.10
La carreta, los bueyes, los militantes
Ganó Piñera. No fue una sorpresa: sólo sueños no cumplidos, “mandas” no satisfechas.
Dos actividades fundamentales convocan hoy a los militantes de la Concertación. Primero, el inicio de la reflexión sobre las causas de la derrota; unos buscan literatura inspiradora (desempolvar libros de sociología, ciencia política, sicología social, siquiatría, estadísticas, demografía); otros, simplemente buscan papel y lápiz; otros cierran los ojos y dedican algunos minutos a la reflexión. Todo ello a breve plazo dará como resultado un maremoto de documentos y argumentos. Segundo, la convocatoria a elecciones internas (PS y DC lo harán en abril), que ocupará a los militantes, y ya se sabe que el “hacer” cosas tiene un gran poder sanador. En resumen, se enfrenta la crisis acudiendo a las grandes ideas (los nuevos desafíos) y cambiando a los dirigentes (recambio generacional).
Está bien redefinir los objetivos, los rumbos, los conductores. O sea, saber adonde ir y con quién.
Sin embargo, antes de emprender el camino, la sabiduría popular aconsejaría hacerse una pregunta: ¿y con qué ropa? O mejor dicho, ¿con qué caballo, mula, carreta, cacharro, tomaremos rumbo hacia el futuro? Si es el mismo vehículo, con su actual nivel de funcionamiento, como que no llegaremos, o llegaremos pocos y muy tarde. Así lo indica el resultado de la presidencial. Recordemos que los ciudadanos(as) -incluidos muchos ex militantes- no están ni ahí con los partidos políticos. Muchos están enojados, otros más les son indiferentes, otros tantos ni saben que existen, pero sí conocen o han oído hablar de manifestaciones de malas prácticas.
Los partidos hoy no dan ni el ancho ni el alto. Han perdido contacto con la sociedad y, peor aún, con sus militantes. Los partidos son hoy cúpulas, cabezas sin cuerpo y, muy a menudo, sin cerebro ni corazón. Son calculadoras expertas en juegos de guerra del poder. Si esto no cambia, ¿para qué quieren renovar mensajes, si pocos les escuchan ni los escucharán?
¿Un inicio de solución? Fácil, muchachos. Respeten, apliquen, implementen, den vida a los acuerdos de sus congresos referentes a la estructura y el funcionamiento interno y a los contactos con la sociedad, y respeten sus Estatutos. Ilustremos con el caso del Partido Socialista (pero mismo se aplica a todos).
1. Desde los años ’90 sus congresos constatan la desmovilización de la gente, por una parte porque el gran objetivo de reconquistar la democracia se había logrado, pero también porque hubo una política consciente de la Concertación de que así fuese: la gente “seria”, los dirigentes, debían tener ampliar libertad para negociar con la dictadura y entre sí; se prefirió el consenso cupular al consenso social (muchachos, ya no los necesitamos en la calle desfilando, regresen a su casa a mirar la TV!). ¿Cómo se logró?: rápido cierre de las Casas de la Concertación luego de 1989; fuga de cerebros desde las organizaciones sociales (recuperación de los líderes por los partidos y el aparato del Estado); término de las actividades de capacitación a las organizaciones; cese del apoyo internacional a los ONG; las comisiones sindicales, de masas, campesinas, perdieron importancia; etc. Fue una verdadera desmovilización programada. El PS ha perdido gravitación política y electoral, o mejor dicho, ha mantenido su gravitación histórica, alrededor de 10-11%. Su peso político ha sido mayor gracias a su participación en el gobierno. Pero ya no lo estará...
2. Su padrón es hoy mucho más débil: tiene muchos “miembros” pero pocos “militantes”, en términos de conocimiento de su historia, sus objetivos, sus logros, su compromiso. Las campañas no las realizan hoy “militantes puros y sinceros”, sino gente a sueldo, en buena parte. Convertirse en miembro del PS es hoy un trámite administrativo (la membresía aumenta durante los procesos electorales internos). Los núcleos –instancia real de participación de los militantes- existen aún en los Estatutos, pero no en la realidad. Por lo tanto, no hay discusión interna, vías de información a viva voz, no hay participación real, no hay formación de opinión desde la base: todo viene desde arriba. No hay capacitación (un derecho y una obligación, según los Estatutos). Sólo hay asambleas (convocadas por el respectivo parlamentario, en muchas ocasiones). A mayor número de participantes, menor riqueza del intercambio, es bien sabido (sabiamente – y bajo pretexto de democracia- los conductores de estas reuniones dejan que se conviertan en encuentro de francotiradores: todos disparan a todos sobre temas diversos, sin pertinencia ni importancia). Quienes realmente dirigen el Partido son las fracciones (eso de corrientes de opinión es un eufemismo).
¿Quehacer inmediato? Fácil de decir, complicado de hacer, sobre todo si la base no toma la iniciativa desde las comunas: aplicar Estatutos y resoluciones de los congresos. Veamos:
* Crear núcleos en todas la comunas (por lugar de residencia o trabajo, según los intereses de sus miembros)
* Dar capacitación a todos los militantes y simpatizantes
* Aplicar nuevamente los procedimientos para llegar a militante, fase última del proceso
* Tomar medidas para disminuir (y terminar en un futuro lo más próximo posible) le influencia de las fracciones
* Implementar la limitación del número de reelecciones de los dirigentes a todo nivel
*Aumentar las incompatibilidades, para evitar que las mismas personas integren simultáneamente diversos niveles de dirección
* Buscar la incorporación de líderes sociales y jóvenes, lo que requiere que, previamente, se subsanen las deficiencias anotadas: deben llegar a una organización que los prepare a ser líderes del cambio, y no a transmitir las taras de la política actual
* ir hacia la sociedad, compenetrarse en ella; ya no basta con convocar
* Buscar las coordinaciones en la sociedad para lograr que se edite un diario de alta calidad, independiente y lo más objetivo posible. Su inexistencia es una prueba suficiente de la ineficiencia y ceguera de la Concertación.
Sabiamente, mi abuelita decía: niño, arregla la carreta antes de ir al mercado.
Si no lo hacemos, por largo tiempo no podremos implementar políticas de crecimiento, desarrollo y progreso social, pero tendremos una vida entretenida de opositores. Dicen que ello conserva la salud y la juventud. ¿Será el equivalente al viagra en política?
PAM/
10.02.10
1.2.10
18.1.10
Carlos Peña
Opinión Emol - Lunes 18 de Enero de 2010
Es la primera vez -desde que existe la democracia de masas en Chile, cien años o poco menos- que la derecha logra la adhesión de la mayoría.
No es poco.
Durante casi todo el siglo XX la derecha fue minoría. Y si descontamos el tiempo que ofició a la sombra de la dictadura, siempre estuvo más preocupada de moderar las transformaciones sociales que de orientarlas. La medida de su éxito fue siempre la contención del cambio social y nunca su empuje. Es cosa de mirar la política de alianzas que mantuvo hasta la caída de la democracia. Lo suyo fue siempre un conservantismo -en el peor sentido de esa palabra- más o menos pragmático.
En la amplia curva de tiempo que va desde 1925 a 1973 -cuando el sistema político se estiró hasta romperse-, la derecha nunca fue una fuerza modernizadora.
¿Hay motivos para pensar que todo eso puede ahora ser distinto y que el cambio no fue un simple flatus vocis, una de esas cosas que se dicen para halagar los oídos de la audiencia?
Hay dos razones que, por desgracia, impiden responder afirmativamente esa pregunta.
La más obvia es que queda poco espacio para el cambio.
La modernización de Chile ya se encuentra definida en lo fundamental -se trata de una modernización capitalista sin ambages-, y salvo que la derecha deje de ser la derecha y Piñera deje de ser Piñera, eso no cambiará un ápice. Podrá haber mejoras en las políticas públicas, mayor eficiencia por aquí y por allá, mejor management , más entusiasmo.
Pero cambio de veras no va a haber. Y es que espacio no hay.
Y donde el espacio sobra -en materia de libertades y de autonomía personal- la derecha no tiene un proyecto uniforme.
Y es que en la élite de la derecha -la democracia, dijo Schumpeter, consiste en que el pueblo decide cada cierto tiempo qué élite lo gobierna-coexisten dos grupos de distinta fisonomía.
De una parte, se encuentran, por decirlo así, quienes se erizan con la distribución de la píldora, crujen con el Museo de la Memoria y se incomodan con la sola mención de las uniones gay, y de otra parte, quienes piensan que la ampliación del consumo debe ir acompañada de la ampliación de la libertad.
Unos son conservadores, otros son más o menos liberales. Una cosa es el diputado Kast, otra cosa Hinzpeter. Ambos tienen intereses comunes -por eso son de derecha-, pero poseen opiniones muy distintas a la hora de definir los márgenes de la autonomía personal.
Y salvo que Piñera gobierne en las nubes -es decir, aplique al gobierno del Estado el pragmatismo de los negocios, capaz de contratar con Dios y con el Diablo sin siquiera arrugarse-, no es fácil liderar un cambio de ninguna índole sin resolver esa tensión fundamental.
Así que por ese lado tampoco habrá cambio.
En otras palabras, acabó el ayuno; pero es difícil que el estilo histórico de la derecha -esa resignación casi digestiva frente a la realidad que siempre la caracterizó- cambie.
12.1.10
A seis días de la segunda vuelta presidencial, no aparecen factores decisivos que den optimismo a las filas de la Concertación en grado suficiente para retomar la tranquilidad. Quizás es mejor así. El triunfalismo es esta situación sería poco menos que ridículo.
Gente que votó por MEO, Arrate, nulo o blanco, dice que votará ahora por Piñera o, más exactamente, contra Frei. Es un voto castigo. Las razones son variadas, ninguna de fondo. Que Frei es rico y tiene su riqueza oculta, que su origen está en los tiempos de la dictadura. Que toda su familia está en puestos públicos, y por ahí circula un listado en tal sentido, asociando a ello corrupción y robos, sin siquiera intento de probar las acusaciones. Que en su primer gobierno privatizó el agua, etc. Además, está la tendencia a mirar el vaso medio vacío y no el vaso medio: al analizar el estado del país se mira la fotografía actual con las carencias de un país en vías de desarrollo, y no la película dinámica que muestra los avances indesmentibles y notables desde 1990 y el impulso hacia el futuro que nos convertirá en país desarrollado en diez-quince años gracias a dichos logros.
La mirada en perspectiva, el enfoque histórico, dejaría claro que la derecha debe ser castigada por sus politicas públicas durante los años de la dictadura, por su política de despojo del Estado, por convertir la educación, la salud, la mano de obra, en simples productos ofrecidos en el mercado. Adicionalmente, en el caso de Piñera, por su utilización mañosa de las leyes del mercado (caso Banco de Talca, Chispas, LAN, etc.).
Si ganara Piñera, sería el triunfo de la política de despojo de la opinión pública de su capacidad de mirada crítica, integral, de distinguir el bosque entre los árboles. Ese despojo se lleva a cabo día a día, a través de la farandulización de los medios de difusión en manos de la derecha, de la campaña de odiosidad hacia todo lo que sea progresista, de convencer que el nuestro es un país corrupto (a pesar que todos los indicadores internacionales demuestran lo contrario). El triunfo de la reducción de la opinión pública a su mínimo común, del empobrecimiento de nuestra cultura nacional.
Sería, por cierto, castigo a lo peor de la Concertación: su acostumbramiento al poder y sus subproductos casi inevitables: la proliferación de los operadores políticos, el control de los partidos por los grupos de poder y la pérdida casi total de la democracia interna y la eliminación de las nuevas generaciones que no se someten a ellos; la mano blanda con los corruptos; los partidos que ya no vehiculan utopías de grandes trasformaciones sociales, que ya no son grandes alamedas sino la vía corta hacia prebendas inmediatas.
Lástima que el peso de estas debilidades está ocultando cada vez más el hecho innegable que la Concertación es la coalición política más exitosa en la historia de nuestro país.
Lástima que los beneficiarios de los éxitos económicos y sociales de la Concertación parecieran dispuestos a votar contra la continuación de dichas políticas públicas.
PAM/
11.01.10
6.1.10
Sobre obviedades
¿Por qué se vota por uno u otro candidato, en particular en esta segunda vuelta presidencial? Es preocupante para la calidad de la democracia en general, que en tantos la decisión no esté basada en la información pertinente y significativa ni en su evaluación, ni en los contextos. Y esto ocurre en todos los niveles socio-culturales.
¿Por qué votar por Piñera? Entre sus partidarios y algunos indecisos, las respuestas se repiten: porque debe existir recambio; porque Piñera ha demostrado inteligencia en sus negocios; porque ha creado empleos; porque tiene buenas ideas; porque Frei es fome.
Esta realidad obliga a filosofar sobre lo obvio, y la Concertación no lo ha hecho en su política comunicacional. Si lo hubiese hecho, habría respondido que:
1. La esencia de la democracia es que los ciudadanos tengan el derecho a elegir a sus representantes y sus gobernantes. Esto está garantizado en muchas leyes, en particular en el artículo 5º de la Constitución. Sin embargo, ninguna estructura ni normativa puede garantizar a nadie que será elegido; para ello requiere obtenir las mayorías electorales necesarias. La alternativa es un golpe de Estado. Así, las quejas de la derecha no se dirijen en realidad a la Concertación, sino a los ciudadanos, y no tiene ninguna otra significación, salvo el del lloriqueo.
2. Sobre las cualidades de Piñera, hay que ser claros: no es un empresario que haya creado riqueza material ni empleos. Es un habilidoso especulador en la Bolsa. Toda su actividad se ha referido a la compra y venta de acciones (siguiendo, según él mismo ha dicho, los “consejos” de un programa computacional ad hoc). No ha creado ningún puesto de trabajo. La capacidad de ganar plata para sí no es sinónimo de saber administrar el presupuesto nacional ni crear las políticas para crear las condiciones del crecimiento económico y social, para que haya más riqueza y sea mejor distribuida. Los grandes empresarios tienen una gran tendencia y habilidad a multiplicar y concentrar la riqueza propia, despreciando muchas veces las reglas de la transparencia y la competencia.
3. Históricamente, mucho se ha discutido sobre el rol de las personalidades. Resumiendo, puede afirmarse que todo depende del tipo de personalidad y las circunstancias. En tiempos de modesta administración de las cosas, con la revolución fuera del horizonte, se puede afirmar más precisamente que el rol de las personalidades es aún más relativo. Entre Piñera y Frei, el tema no es quién es más joven, rico, simpático, ni quién ha estado más tiempo esperando que “le toque” ser Presidente. Las candidaturas deben valorizarse por sus programas; por las coaliciones y partidos que las sustentan; por los equipos técnicos que las acompañan y, fundamentalmente, por su comportamiento histórico.
4. La derecha reclama su derecho a gobernar, que el sistema institucional les ha ofrecido en cada elección, pero la ciudadanía ha dicho “no”. Dicen que “basta ya de Concertación, que la gente ya no quiere más de lo mismo”. Interesante expresión esta de “más de lo mismo”. Todos los indicadores económicos y sociales –nacionales y extranjeros- nos dicen que los logros desde 1990 tienen un alcance histórido. Internet pone estos datos al alcance de quién quiera examinarlos. A los sectores más modestos les basta mirar los cambios ocurridos en su entorno y en el seno de sus hogares y en las perspectivas (un solo dato: siete de cada diez estudiantes universitarios son la primera generación de sus familias a acceder a ese nivel). ¿Bajo un gobierno de la derecha continuarán aplicándose los énfasis en la protección social de los gobiernos de la Concertación y, en particular, de la Presidenta Bachelet? Para responder, basta recordar el gobierno Pinochet de 17 años (obviando el tema derechos humanos: muchas veces hemos dicho que en el golpe militar, las violaciones a los derechos humanos fueron el medio; el objetivo fueron el Plan laboral, la privatización de las empresas públicas a precio de huevo, la reconstitución de los monopolios, la concentración de la propiedad, etc..) y cómo ha votado la derecha desde 1990 en cuanto a libertades, democracia, distribución del ingreso nacional, etc. Además, dicen “no más de lo mismo” y acto seguido Piñera afirma que continuará con las políticas de Bachelet.
5. Hay quienes han dicho que derecha y Concertación son lo mismo. A dichos comentaristas se les puede sugerir que los telescopios sirven en astronomía, no en análisis político. Aquí se requiere el microscopio, mirar la realidad concreta de cerca, olvidando esquemas. Alguno recordará lo que decía un viejo analista y actor político: “la teoría es gris, la vida es siempre verde”.
6. Para terminar, una ilustración sobre la liviandad de enfoques en ciertos sectores. Para apoyar a Frei en esta segunda vuelta, los partidarios de Arrate y MEO han pedido modificaciones y/o incorporación de elementos esenciales al programa de gobierno (nueva constitución, renacionalización del cobre, perfeccionar la negocialción laboral, estudio del sistema de tributación, etc.). Por otra parte, ayer se supo que el analista político Patricio Navia (decano de la Universidad Diego Portales, profesor en una universidad de EE.UU, ex partidario de Enriquez-Ominami), dió su apoyo a Piñera, luego que éste satisfizo (“no te preocupes”, le respondió el candidato) sus “profundas exigencias”: el descarte de pinochetistas en puestos clave en un eventual gobierno, asegurar la diversidad en el gabinete y zanjar su conflicto de interés entre política y negocios. Nada, absolutamente nada, sobre programa de gobierno, políticas sociales, etc. Profundo el decano, politicólogo y analista...
Que la Concertación (cada uno de sus partidos, cada uno de sus dirigentes y militantes) debe renovarse en sus estructuras, convocatoria, programas, desafíos, prácticas políticas, que duda cabe. Pero no podemos infligir a Chile un gobierno de derecha mientras se cumple esa tarea, que deberá iniciarse desde el 17 de enero.
PAM/
06.01.10
3.1.10
Carlos Peña
Pudo ser sublime.
Si la noche del 13 de diciembre —la de la primera vuelta— los partidos hubieran declarado su voluntad de cambio y, luego de oírlos, Frei, sirviéndose de esa leve épica que tiene la derrota, hubiera elaborado una narrativa a la altura de las expectativas de la gente, las cosas habrían sido distintas.
Los malos resultados se habrían encarado con racionalidad y ascetismo emocional. En una palabra, con dignidad.
Pero resultó ridículo.
¿De qué otra manera se podría calificar la renuncia de Gómez y de Auth encaminada a obtener el apoyo de Enríquez-Ominami? Hasta ahora se conocían muchas formas de hacer política. Violentas, pícaras, frívolas, brillantes, toscas. Lo que nunca se había visto era a dirigentes políticos dedicados a satisfacer el goce narcisista de un ex candidato.
Porque eso es lo que ocurrió con esas renuncias.
No fue un esfuerzo por poner al día la narrativa o la oferta electoral. Tampoco fue un intento por atraer a ese siete u ocho por ciento que definirá la elección. Menos la tentativa de construir un nuevo bloque político. Nada de eso. Fue simplemente un acto destinado a cumplir una de las condiciones planteadas por Enríquez-Ominami.
No puede haber un malentendido peor: confundir las demandas del electorado con las condiciones impuestas por Enríquez-Ominami.
Condiciones destinadas, dicho sea de paso, a no satisfacerse nunca. Y es que el diputado disfruta, no hay duda, el pequeño infierno de estos días ¿Sabe con qué atormenta el diablo a las almas en el infierno? Las hace esperar.
Y es comprensible.
Enríquez-Ominami y el senador Ominami tienen más sentimientos heridos que ideas por realizar; más cuentas emocionales que proyectos políticos; más cohesión familiar que coherencia; más confusión verbal que una lista de objetivos; más fantasías de redención y de venganza que ganas de hacer acuerdos políticos de largo plazo. ¿Qué podría llevar a pensar que después de hacer ascos a la Concertación —no hay peor astilla que la del mismo palo— iban ahora a hacer esfuerzos por que ganara la próxima elección? Quien piense que los Ominami cruzan los dedos para que la derecha no gane, olvidan cuántos deseos inconscientes oculta a veces la rivalidad política. Esos ingenuos deberían releer a Freud: que el rival pierda casi siempre es un consuelo para quien fue derrotado.
Por eso en vez de dedicarse a convencer a los Ominami, la Concertación debe esmerarse en interpelar a la ciudadanía y, en especial, a ese siete u ocho por ciento moderno, optimista y liberal que decidirá la próxima elección.
Y en eso podría tener ventajas comparativas.
Desde luego, la Concertación conecta mejor en los temas llamados valóricos con ese electorado. Mientras un sector de la derecha todavía se eriza con las técnicas de reproducción asistida, la píldora y las parejas gay, la Concertación se muestra dispuesta a ampliar esos espacios de autonomía personal.
Y si de renovar estilos y dirigentes se trata, la Concertación tampoco está en una desventaja neta: al menos empata con la Alianza. Basta pensar que el principal partido que apoya a Piñera —la UDI— se forjó, aunque no le guste que se lo recuerden, al amparo de la dictadura y de la épica de Chacarillas. Cuando Piñera se toma las fotos —y aunque es probable que de aquí en adelante se esmere en ocultarlo— no puede evitar que asomen tras sus hombros esos viejos perfiles del pasado.
Así entonces, en vez de seguir ocupada de cumplir condiciones imposibles —y arriesgar la estructura de los partidos para curar heridas que más que políticas son narcisistas—, la Concertación debería concentrarse en ese siete u ocho por ciento moderno y liberal que, no hay duda, mira con igual escepticismo a los dirigentes de este lado y del otro.
Si hace eso, lo sublime no estará para nada asegurado. Pero al menos el ridículo habrá quedado lejos.