“Che” Quijote
Por Raúl Sohr
La Nación, viernes 12 de octubre de 2007
La popularidad del Che Guevara, a 40 años de su muerte, es un fenómeno notable. Donde uno vaya, en los cinco continentes, verá su rostro impreso en alguna prenda de vestir o en una chapa. Ninguna otra imagen contemporánea se encuentra más difundida que la suya, desde las avenidas de Nueva York a las callejuelas de Soweto, desde los bulevares de Hanoi o las calles de Londres. ¿Qué tiene la cara del "Che" que ha sobrevivido al olvido y aún seduce a millones? ¿Por qué tantos exhiben el rostro de un hombre que encarna a una época de fervores revolucionarios extinguidos?
En el arte, sobreviven aquellas obras que representan valores universales capaces de perdurar en el tiempo. Guevara es el ícono que simboliza el idealismo, que representa al luchador dispuesto a todo sacrificio por un sueño de justicia social. Ése es también el secreto de "El Quijote" de Miguel de Cervantes. Su personaje ha resistido el paso de los siglos y mucho más que eso, porque ha roto las rígidas barreras culturales. El Quijote ha penetrado en la cultura planetaria como el símbolo de un idealismo a toda prueba, sin asideros en la realidad. Es el epítome de lo que los compatriotas de Guevara llaman un loco lindo, aquel que entrega la vida por sus creencias sin esperar nada a cambio. Una quijotada es parte del vocabulario internacional como sinónimo de un proyecto idealista con el más incierto de los destinos. El Quijote es un referente establecido en la cultura mundial. El genio de Cervantes fue detectar un anhelo secreto que anida en todas las almas: el coraje de darlo todo por un sueño. La abrumadora mayoría de las personas sabe que, por muy buenas razones, jamás lo hará. Y por lo mismo vibran con quienes en la ficción, o en la realidad, han tenido la fuerza para lanzarse detrás de sus sueños.
En el caso del "Che" poco importa que muriese aislado, en un remoto paraje boliviano, sin lograr la meta de implantar el foco de insurgencia continental. Tampoco es relevante que en su condición de ministro de Economía e Industria de Cuba propuso la abolición del dinero (volver a un sistema de trueques, como era previsible, no resultó viable). Poco queda de su década perdida en el continente africano. Luego de la histórica victoria contra el dictador Fulgencio Batista, a fines de 1958, su vida estuvo marcada por reveses políticos hasta su muerte, en 1967. Pese a ello, su figura no cesó de crecer. Su ejecución a manos del Ejército boliviano, en flagrante violación de las normas humanitarias, echó a volar el imaginario colectivo.
Ningún Estado ni aparato de propaganda alguno podría haber diseñado una campaña tan exitosa. En el caso de El Quijote la figura de un caballero medieval, cabalgando en búsqueda de molinos de viento, que es hoy la metáfora de un enemigo ficticio, toca una fibra íntima de cada cual. En el del "Che", su rostro, con la mirada perdida en la distancia y su boina calada con una estrella roja, simboliza la lucha en contra de los males de la humanidad. Poco importa si sus propuestas eran incapaces de curarlos. Lo que cuenta es que millones de personas de todo los rincones del mundo lo convirtieron en el ícono de la esperanza. Muchos ignoran que era un joven argentino que luchó codo a codo con Fidel Castro, que era un marxista y un revolucionario que predicó y practicó la lucha armada. Nada de eso importa. La figura del "Che" aún cabalga en la memoria de quienes han querido hacer de él la figura que simboliza los anhelos de justicia. A Guevara, como a El Quijote, de tanto en tanto, todavía le ladran los perros.