17.1.08

El sentido del cambio

Carlos Peña
Miércoles 09 de Enero de 2008

Los gabinetes ministeriales cumplen, en términos generales, dos funciones: por una parte diseñan y ejecutan las políticas públicas; por la otra, dibujan el rostro del gobierno e inciden en sus niveles de reconocimiento. Un gabinete puede funcionar en una sola de esas dimensiones o en ambas. Puede ser eficiente desde el punto de vista del policy making; pero torpe a la hora de lograr el reconocimiento. A la inversa, puede ser sagaz a la hora del reconocimiento; pero torpe a la hora de las políticas públicas.

El ideal, claro, es un gabinete capaz de ambas cosas: de eficiencia y de reconocimiento.

¿En cuál de esas dimensiones falló el gabinete saliente?

El cambio de ayer parece estar inspirado en el convencimiento de la Presidenta de que no es el policy making el problema del gobierno, sino la política. Es decir, que su principal obstáculo no es la eficiencia en el diseño o ejecución de políticas públicas, sino su relativa incapacidad para traducir esas políticas en adhesión y en reconocimiento de las élites y del electorado.

De ahí que a la hora de escoger ministros eligió en puestos claves a políticos profesionales. Es decir, a personas que saben cómo ganar la voluntad ajena, construir acuerdos y, cuando es necesario, pero sólo cuando es necesario, retroceder.

El paradigma de lo anterior es Edmundo Pérez Yoma. Es difícil encontrar a alguien más enterado de los recovecos del poder y de lo que es necesario para imponer la propia voluntad que el nuevo ministro del Interior. Él es el político por antonomasia: se mueve como pez en el agua en la administración del Estado y sabe ganar la voluntad ajena o, cuando es necesario, torcerla (es cosa de preguntarle a Stange) o simplemente abandonarla (como ocurrió con Frei).

Por su parte, la sustitución del policy making por la política la ejemplifica bien el cambio de Bitran por Bitar.

Bitran, desde el punto de vista técnico, fue inobjetable y el tiempo ayudará a aquilatar su buena gestión. Su problema es que no podía evitar la convicción –que suele ser fatal en política- de que hay un continuo entre la racionalidad de una decisión y el reconocimiento de la ciudadanía. Que basta ser racional para ser popular. Bitar en cambio sabe que ese continuo no existe y que la tarea de la política consiste en producirlo.

En fin, las nuevas designaciones son un signo elocuente de la voluntad de la Presidenta de aliarse con los partidos en contra de las disidencias o facciones que han surgido el último tiempo: en su conjunto, el gabinete es todo un gesto a Alvear (contra Zaldívar); a Bitar (contra Flores y Schaulsohn); y a Gómez.

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