La elección del 4 de noviembre en Estados Unidos
Para las elecciones del próximo martes 4 de noviembre, desde el Partido Demócrata se anunciaba la novedad, que se convertirá en hecho histórico si su candidato es elegido como presidente de Estados Unidos: la primera mujer o el primer afroamericano. Su ventaja era y es la novedad (y sus propuestas), y en ambos casos las supuestas debilidades que explotó la derecha eran la falta de experiencia y de liderazgo y las sospechas sobre su patriotismo.
Se asocia a la mujer con una sensibilidad distinta, o más bien más acentuada, más cercana a las necesidades concretas de la sociedad en su conjunto, y de las distintas minorías (en el caso chileno, también más cercana del tema de la equidad, de la igualdad de oportunidades, de la distribución del ingreso. Michelle ha ido en la dirección de convertir aspiraciones en derechos sociales y, por esa vía, convertir políticas sociales impregnadas de asistencialismo en derechos, como lo ilustran tan bien el Auge y el Reforma Previsional, entre otras). Hillary Clinton quedó en proyecto, que quizás se retome en un futuro próximo con ella misma u otra mujer. Desde la lejanía, pareciera que los factores de su derrota estuvieron ligados a la eficacia de los equipos de la campaña interna.
En la recta final ha quedado Barack Obama. Todo aquello que es su fortaleza constituye al mismo tiempo sus flancos que la derecha sin principios podía aprovechar, y que efectivamente utilizó. Ser afroamericano. El ser de una familia atípica, en que existe una conjunción de razas, nacionalidades, países. El ser cosmopolita (como decían los estalinistas) casi se le identifica con ser poco “americano”. El tener la vivencia de diferentes estratos sociales (viene de una familia que de ninguna manera podría ser catalogada de acomodada, participó en las actividades de organizaciones comunitarias, de la iglesia, etc.) lo hace sospechoso de debilidades “liberales”. En fin, por su interés en las grandes cuestiones nacionales e internacionales, sus lecturas, sus estudios, le han acarreado la terrible acusación de ser “intelectual”.
Las encuestas lo favorecen frente al candidato republicano. Pero nada está ganado. Existe una hipocresía casi sociológica entre los encuestados. Ya no son tantos los que directa o abiertamente lo rechazarían por ser negro, tal postura “ya no se lleva”, no es políticamente correcta. Entonces dicen que sí, que votarían por Obama. Pero en el momento de votar podría aflorar el verdadero “yo”, la naturaleza discriminatoria, la desconfianza, que sería superior a la vergüenza o imbecilidad de votar por tercera vez consecutiva por los republicanos.
Pero si, Obama podría ganar. Y entonces surge la pregunta: ¿qué importancia tendría su gobierno para América Latina? La respuesta no es evidente. En palabras y análisis simples, Barack sería más progresista. Esto merece ser relativizado:
Por un lado, se sabe que las palabras con significación política no tienen el mismo sentido en USA.
Por otro, también se sabe que quienes sienten que presentan la imagen de “sospechosos”, de recién convertidos o que experimentan consciente o inconscientemente la necesidad de demostrar su adhesión a los valores “permanentes, inmanentes” de la patria o, en este caso, del “american way of life”, tienden a exagerar las manifestaciones de dicha adhesión. En Chile somos expertos en el tema, con las lecciones que ha dado durante dieciocho años la Concertación, y que han constituido la “originalidad” de nuestra transición.
Finalmente, siempre se ha manifestado sorpresa por el hecho de que Estados Unidos no ha sufrido el choque brutal de culturas que podría haber significado la multitud de naciones que allí conviven. La explicación que se ha dado es el famoso “melting pot”: todo se disuelve en el “modo de ser” americano (y la práctica demuestra, además, que no hay mayor chovinista USA que inmigrante reciente en dicho país). Y la sociedad americana es evidentemente conservadora en lo económico y aún restrictiva en las políticas sociales. Esto se aplica también a los nacidos en el país. El progresismo es “cooptado” o recuperado por el entorno conservador. Hay casos en que los no "recuperados" han sido aniquilados, simplemente.
En conclusión: Obama es una incógnita. Pero el partido republicano es y ha sido amenaza permanente.
Para las elecciones del próximo martes 4 de noviembre, desde el Partido Demócrata se anunciaba la novedad, que se convertirá en hecho histórico si su candidato es elegido como presidente de Estados Unidos: la primera mujer o el primer afroamericano. Su ventaja era y es la novedad (y sus propuestas), y en ambos casos las supuestas debilidades que explotó la derecha eran la falta de experiencia y de liderazgo y las sospechas sobre su patriotismo.
Se asocia a la mujer con una sensibilidad distinta, o más bien más acentuada, más cercana a las necesidades concretas de la sociedad en su conjunto, y de las distintas minorías (en el caso chileno, también más cercana del tema de la equidad, de la igualdad de oportunidades, de la distribución del ingreso. Michelle ha ido en la dirección de convertir aspiraciones en derechos sociales y, por esa vía, convertir políticas sociales impregnadas de asistencialismo en derechos, como lo ilustran tan bien el Auge y el Reforma Previsional, entre otras). Hillary Clinton quedó en proyecto, que quizás se retome en un futuro próximo con ella misma u otra mujer. Desde la lejanía, pareciera que los factores de su derrota estuvieron ligados a la eficacia de los equipos de la campaña interna.
En la recta final ha quedado Barack Obama. Todo aquello que es su fortaleza constituye al mismo tiempo sus flancos que la derecha sin principios podía aprovechar, y que efectivamente utilizó. Ser afroamericano. El ser de una familia atípica, en que existe una conjunción de razas, nacionalidades, países. El ser cosmopolita (como decían los estalinistas) casi se le identifica con ser poco “americano”. El tener la vivencia de diferentes estratos sociales (viene de una familia que de ninguna manera podría ser catalogada de acomodada, participó en las actividades de organizaciones comunitarias, de la iglesia, etc.) lo hace sospechoso de debilidades “liberales”. En fin, por su interés en las grandes cuestiones nacionales e internacionales, sus lecturas, sus estudios, le han acarreado la terrible acusación de ser “intelectual”.
Las encuestas lo favorecen frente al candidato republicano. Pero nada está ganado. Existe una hipocresía casi sociológica entre los encuestados. Ya no son tantos los que directa o abiertamente lo rechazarían por ser negro, tal postura “ya no se lleva”, no es políticamente correcta. Entonces dicen que sí, que votarían por Obama. Pero en el momento de votar podría aflorar el verdadero “yo”, la naturaleza discriminatoria, la desconfianza, que sería superior a la vergüenza o imbecilidad de votar por tercera vez consecutiva por los republicanos.
Pero si, Obama podría ganar. Y entonces surge la pregunta: ¿qué importancia tendría su gobierno para América Latina? La respuesta no es evidente. En palabras y análisis simples, Barack sería más progresista. Esto merece ser relativizado:
Por un lado, se sabe que las palabras con significación política no tienen el mismo sentido en USA.
Por otro, también se sabe que quienes sienten que presentan la imagen de “sospechosos”, de recién convertidos o que experimentan consciente o inconscientemente la necesidad de demostrar su adhesión a los valores “permanentes, inmanentes” de la patria o, en este caso, del “american way of life”, tienden a exagerar las manifestaciones de dicha adhesión. En Chile somos expertos en el tema, con las lecciones que ha dado durante dieciocho años la Concertación, y que han constituido la “originalidad” de nuestra transición.
Finalmente, siempre se ha manifestado sorpresa por el hecho de que Estados Unidos no ha sufrido el choque brutal de culturas que podría haber significado la multitud de naciones que allí conviven. La explicación que se ha dado es el famoso “melting pot”: todo se disuelve en el “modo de ser” americano (y la práctica demuestra, además, que no hay mayor chovinista USA que inmigrante reciente en dicho país). Y la sociedad americana es evidentemente conservadora en lo económico y aún restrictiva en las políticas sociales. Esto se aplica también a los nacidos en el país. El progresismo es “cooptado” o recuperado por el entorno conservador. Hay casos en que los no "recuperados" han sido aniquilados, simplemente.
En conclusión: Obama es una incógnita. Pero el partido republicano es y ha sido amenaza permanente.
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