18.10.09

Romances interruptus


1. Pancho ha hecho venir a su hija veinteañera a Montréal. Quiere tratar de convencerla de que se quede. “Es bonita”, me dice Sergio, un amigo. Acepto, entonces, la invitación del feliz y orgulloso padre a conocerla.

Es la lozanía personificada, con el sol de San Javier en las mejillas, con la frescura de una sandía en día de calor. Inconscientemente, enderezo la columna, mi paso se pone elástico, sonrío un poco de lado, extiendo el pecho para un abrazo abarcador...

- Hola, tío, me dice, mi papá me ha hablado mucho de usted y de sus hijas...

2. Gaby es colega de trabajo. Se desliza por los pasillos, mirando el piso, caminando rápido, una semisonrisa en los labios. Me recuerda una graciosa ardillita. Está orgullosa de sus dos hijos, un tanto preocupada por su marido que trabaja en el transporte marítimo, lo que la obliga por períodos a tomar el timón total del hogar. Es delgada, eficiente, atenta. Emana de ella un cierto atractivo. De vez en lejos, deslizo un piropo soft, y ella sonríe, tratando de evitar el rubor.

En un cóctel de la oficina, estamos lado a lado. Después del segundo pisco sour, le digo una galantería. En cierto momento, me mira sonriendo:

- Usted es muy parecido a mi papá...

La miro con sorpresa.

- ... pero mi papá tiene el pelo más negro, termina.

Esa tarde me retiré bastante temprano del cóctel.

PAM/
09.09.09

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