13.7.12

El poder y la gente (1)

Casi en serio

El poder y la gente (1)

Una pregunta con respuesta de Perogrullo: ¿cambia el poder a la gente? Sí, pero de manera diversa.

El poder raramente cae al azar (aunque hay casos). Casi siempre se le busca, y de manera entusiasta.

Cuando se tiene, se ejerce. Hay tantas formas de ejercerlo como personalidades existen, todo condicionado por las circunstancias (históricas, coyunturales, etc.). Por supuesto, los objetivos varían según esas mismas circunstancias. A propósito: escuchando el ruido ambiente, es evidente la necesidad de aclarar que hoy no estamos en circunstancias revolucionarias, ni siquiera remotamente prerevolucionarias. En el horizonte ni siquiera hay grandes plataformas reformistas. Somos la generación de los administradores de la “cuestión social”.

Dado lo anterior, se justifica preguntarse: ¿cómo están las cosas a nivel de la base, militantes, simpatizantes, ciudadanos interesados en lo social, sobre todo de izquierda, progresistas y similares?

Algunos quisieran cambiar esta realidad de aguas dormidas con discursos encendidos, con alusiones a realidades desgraciadamente ya pasadas.

Para los más esclarecidos (casi resignados, pero no inmóviles), se está en época de preparación de los materiales para nuevos cimientos o fundamentos. Dicho en palabras de antes, de preparación de fuerza orgánica, social, política. Vistas las cosas, esta fase promete -amenaza, más bien- ser larga. Estamos en precalentamiento, aunque no siempre se sabe bien para qué. Por esto se ve en acción en ciertos círculos (pequeños, ensimismados, encapsulados) el “juego político” (aquello que sustituye a la política verdadera): ese escarceo que pareciera de cachorros que corren y saltan en todas direcciones, se ladran, se muerden, se empujan; se juega al “análisis”, con muchas palabras y “conceptos”, cuya definición y contenido se evita cuidadosamente (a veces, porque se les desconoce; otras, porque no se les atribuye importancia); se juega a la “unidad”, en que diversos grupos se embarcan en procesos alternativos y contrarios, invierten meses en definir la “ideología”, la “filosofía” (la “problemática”) y antes de llegar a la plataforma de trabajo (la “solucionática”) se multiplican por dos o por tres, dando nueva muestra de que –en las actuales circunstancias- las tentativas de unidad dividen: se buscan la pureza y la coincidencia ideológica completa hasta para elegir un concejal. En la discusión, predomina el volumen vocal por sobre las ideas.

¿Qué hacer? Quizás –idea audaz, que algunos calificarán de nostalgia- leer precisamente el librito “¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento”, escrito a inicios del siglo XX (1901-1902) por un fino analista político, un tal Lenin. Difícil tarea adquirirlo hoy dirán algunos (el 19% del IVA, la diversidad de temáticas de la sociedad actual que requiere nuestra atención, da lata buscar en las librerías de viejo, porque de las bibliotecas personales desapareció a partir de un cierto 11 de septiembre, etc.). Busquemos entonces salidas más a la mano, más “modernas”. Hay tanto libro de management, de gestión, de auto-ayuda, hasta los distribuyen gratuitamente ciertos diarios, incluidos los del duopolio. Hay allí conceptos útiles también para la actividad política: trabajo en equipo, inteligencia emocional, lluvia de ideas, trabajo participativo, planificación estratégica, análisis FODA, cómo conducir una reunión (citación con temario previo, acta anterior, seguimiento de las resoluciones adoptadas anteriormente, control de tareas), etc., etc., etc., todo lo que puede ayudar a resolver un problema que se ha manifestado indómito desde hace décadas: como sentarse a una misma mesa (sin hacer pasar al interlocutor por el confesionario, ni aplicarle diversos tipos de test de blancura político-ideológico, ni de intenciones, salvo lo relativo a la ley), ponerse de acuerdo sobre el programa inmediato -y si de milagro sobra buena voluntad, algunos chispazos sobre el de mediano y el de largo plazo- (ejercicio laborioso el de ponerse de acuerdo sobre prioridades y plazos), el cómo, etc.

Hay otras vías de solución: hacer algún sahumerio antes de empezar la reunión, hacer alguna mandita (la marcha a la Virgen de Lo Vásquez es, además, beneficiosa para la salud), y otras (nuestras abuelitas saben mucho al respecto). No tengo claro si un pilatos se aplicaría a estos casos…

Pero, en fin, para tranquilizar a estos líderes, recordarles que el verdadero problema es la inercia – en realidad, la indiferencia- de la ciudadanía (o sea, las masas, para que entiendan)…


PAM/ 03 julio 2012

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