7.11.07

FEMICIDIO POLÍTICO (1)

En la edición de agosto pasado de la revista quincenal Punto Final, su director, Manuel Cabieses, adelantó el concepto de “femicidio político”, planteando que los cuestionamientos sobre la supuesta falta de liderazgo de la Presidenta Michelle Bachelet y su caída en las encuestas, más que a sus errores de gestión, se deben a la campaña de asesinato de imagen orquestada por el mundo político por el solo hecho de ser mujer. En esta campaña estaría embarcada sobre todo la derecha, pero también sectores de la Concertación, la alianza de gobierno.

Posteriormente, la Presidenta ha hecho alusión a esta noción en diversas entrevistas. “Hay una campaña impresionante de femicidio a la figura presidencial (...) Hay una cosa majadera con la falta de autoridad y liderazgo. Los mismos que insistieron en eso durante la campaña, han proseguido con ese argumento. Mi impresión es que tienen que ver con un machismo muy profundo” (Revista Cosas, 12 octubre 2007).

En círculos íntimos, Bachelet consideraría que se le juzga con una vara más alta que a los presidentes hombres y que “a cualquier mujer le hubiera tocado eso”. Se quejaría de que nunca le reconocerían nada: si consulta a sus asesores, la tratan de indecisa; y si toma una buena decisión, se afirma que fue idea de otro. En la misma Revista Cosas declaró: “Cuando Lagos se emocionaba, era un hombre sensible, y si yo me emociono es porque no controlo mis emociones. Si Lagos hablaba fuerte, era un hombre de carácter; si yo hablo fuerte, soy histérica. Me resulta curiosa esa lectura”.

Sobre el particular, de manera significativa, la prensa (de derecha, naturalmente, la misma que beneficia de manera casi exclusiva del maná publicitario estatal), se ha dedicado a desvirtuar las opiniones y dichos de Bachelet, expresados o supuestos. Cada vez que ella ha reconocido factores objetivos de la mala percepción ciudadana, ha sido acusada de falta de experiencia, de ingenuidad: mostrar errores sería mostrar debilidad.

Un cronista afirma que “equivocada o no, parte de la oposición ha elegido esa estrategia para cumplir con su tarea de socavar al gobierno, debilitar a la Concertación y tratar por fin de ganar el poder” (Ascanio Cavallo, Decano de Periodismo UAI, La Tercera, 21 octubre 2007).

La verdad es que, efectivamente, hay varios factores que llevan a la derecha a ser más incisiva y agresiva que antes.

En primer lugar (el orden no implica la importancia relativa), los “pecados” de Bachelet, como ella misma los describiera durante la campaña: mujer, separada, agnóstica, a lo que nosotros podemos agregar otros: hija de un general constitucionalista muerto bajo la tortura, aprisionada y torturada ella misma junto con su madre, Ángela Jeria.

En segundo lugar, el hecho de encabezar el cuarto gobierno de la Concertación, lo que muestra la persistencia del apoyo a la coalición más duradera y exitosa de nuestra historia, que cumplirá con ella veinte años ininterrumpidos a la cabeza del país.

En tercer lugar, corolario de lo anterior, veinte años de políticas que, siendo en lo fundamental coincidentes con el modelo económico impuesto por la dictadura, han aplicado importantes márgenes de flexibilidad que han logrado simultáneamente fortalecer y crear bases duraderas –pero no permanentes, como lo demuestran aún tenuemente los impactos de los vaivenes de la economía internacional- de crecimiento económico, con rasgos importantes de aumento de los niveles de vida. Vale decir, la vuelta a la democracia no significó el caos económico ni social pronosticado por la derecha. Y esto, transcurridas dos décadas, provoca más y más la frustración y aún la desesperación de la derecha política. La derecha económica se siente lo más bien, gracias, aunque de pronto rechina los dientes ante los sustos menores que la hacen experimentar ciertos sectores de la izquierda extraparlamentaria y de la Concertación, que se dan ciertos gustitos verbales que les sirven para bajar presión y mantener cierta imagen “progresista”.

(Sigue)

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