5.10.06

Políticos, sicólogos, siquiatras


Políticos, sicólogos, siquiatras

Hay un cierto porcentaje de servidores públicos que hacen daño al contenido y a la imagen de la cosa pública. Son algunos de los “políticos profesionales”, aquellos que, por problemas curriculares, capacidades profesionales y/o genéticas, uno que otro tornillo suelto, se adhieren a este tipo de actividad y parecieran no tener ni sombra de alternativa.

Es fácil imaginar que los políticos profesionales deben ser un campo fértil para el estudio de las ciencias del comportamiento humano. La escena política es una mezcla de jardín infantil y casa de orates. Los ciudadanos más tranquilos, ponderados, reflexivos, analíticos, sensibles a los contextos y al devenir, corren serio riesgo de convertirse en semi-imbéciles cuando entran en la arena política. La “lógica del poder” arrasa casi por completo con el buen criterio y el sentido común. Pareciera que la política es un catalizador que revela rasgos sombríos de la personalidad.

Lo característico de la actividad política realizada por políticos profesionales (que lo político es mucho más amplio, significativo y noble que esta manifestación) es que, generalmente, no hay toro y hay muy poca arena. De manera que los señores políticos (en su mayoría, con cada vez menos excepciones) deben crear y representar simultáneamente al animal y a su antagonista. Nadie pagaría por asistir a este circo indigente. El problema es que existe una relación incestuosa entre este ámbito y la mediocre prensa nacional, del mismo tipo que la existente con la farándula. Tetas e imbecilidades ayudan a vender ejemplares y a aumentar o mantener rating. De manera que los tenemos en diarios, revistas, radio, TV. En este ejercicio, el periodismo sale mal parado, aunque sus contadores y propietarios están satisfechos.

Tal como lo demuestran dos libros de reciente publicación en este país- “Freakeconomics” (Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner) y “Que gane el mas mejor: mérito y competencia en el Chile de hoy” (Eduardo Engel y Patricio Navia)- grandes males a veces tienen causas elementales y requieren respuestas sencillas. En este caso, se requiere mayor renovación de este personal público. Y la mejor y más rápida manera de conseguirla es limitando el número de períodos de reelección. Se ha presentado un proyecto de ley en este sentido en la Cámara de Diputados. No será fácil lograr su aprobación: el autosacrificio es un artículo raro en estos medios. Sin embargo, la inercia tendría un alto costo: continuar con la degradación de la evaluación de la democracia que hacen los ciudadanos (y, por lo tanto, indiferencia y escasa participación) y mantener elevado riesgo de corrupción.

La política debe ser una instancia de servicio público y no una carrera.

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